DEL PARADIGMA MECANICISTA
AL PARADIGMA PARTICIPATIVO
Reflexiones y
frases que nacen de la obra ‘’El principio de posibilidad’’ de Mel Schwartz[i]
COSMOVISIÓN
Una cosmovisión es la
‘’metaimagen’’ de como creemos que funciona la realidad.
Lo que consideramos como “la
realidad” no es más que la cosmovisión que tenemos actualmente.
Así como vemos el universo, así
actuamos en él
Hasta el siglo XVI la visión del
mundo en occidente estaba dominada por las enseñanzas de la iglesia católica
romana, las cuales estaban basadas en parte de los escritos de Aristóteles y
equivalían a una combinación de razón y fe.
Más adelante los avances llevados
a cabo por Nicolás Copérnico, Johannes Kepler y Galileo Galilei, genios
científicos en los campos de la física y la astronomía, condujeron a una mayor
confianza en el razonamiento analítico y dieron lugar a una visión del mundo
natural basada en las matemáticas.
A principios de 1600, en la cumbre
del Renacimiento, el filósofo y matemático francés René Descartes, describió el
universo como un reloj gigante en funcionamiento, asumió el conocimiento
científico como verdad y certeza absoluta y la actividad del pensamiento como
su rectora, y por ello proclamó: “¡Pienso, luego existo!”.
PARADIGMA
MECANICISTA
Isaac Newton, cuya labor sirvió
de puente entre los siglos XVII y XVIII, llevó más lejos la visión de Descartes
y representó el mundo como una máquina gigante, dando lugar al paradigma mecanicista,
el cual afirma que el mundo está compuesto por objetos separados e inertes,
desconectados unos de otros, que interactúan exclusivamente mediante relaciones
de causa y efecto.
Esta cosmovisión del paradigma mecanicista,
se expresa como determinismo, y nos despoja de la creatividad y de la capacidad
de asombro y de maravilla, nos separa, nos aísla, nos induce a competir en
lugar de colaborar y fomenta un individualismo extremo y no la búsqueda del
bien común. La obsesión por ganar sustituye la compasión y el conflicto se
impone a la cooperación.
PARADIGMA
PARTICIPATIVO
El determinismo mecanicista dominó
la ciencia y la filosofía hasta el siglo XX y reinó sin oposición hasta 1927,
cuando el físico cuántico Werner Heisenberg dio a conocer su principio de
indeterminación o de incertidumbre[ii],
desde el cual se demuestra que es la consciencia y no la materia lo que
constituye la base fundamental de la realidad.
Al tomar consciencia de nuestra
propia vida, el modelo cuántico se constituye en una invitación a sumergirnos
en el proceso de transformación y crecimiento, y nos invita a una nueva
percepción de la realidad, al capacitarnos para tomar consciencia de todas las
posibilidades que están ahí esperándonos, cuando nos liberamos del pasado, abriéndonos
a la incertidumbre, la potencialidad y la inseparabilidad, como la plataforma
desde la cual poder convertirnos en los amos y señores de nuestra propia vida.
A los descubrimientos de la física
cuántica también se les conoce como la cosmovisión del paradigma participativo.
La revelación que nos aporta es que la realidad parece ser una especie de danza
creativa en la que todos participamos, más que un proceso de creación de la
realidad que una realidad fija y objetiva.
Hoy, en el siglo XXI, sin superar
plenamente la dualidad aristotélica, el pensamiento cartesiano, y el paradigma
Newtoniano, estamos evidenciando que estamos operando a partir de un paradigma
equivocado, el cual nos mantiene confinados y encarcelados por nuestras propias
creencias funcionales. Se hace, por tanto, necesario reconsiderar
significativamente nuestra forma de concebir el mundo y la realidad, apoyados
en el paradigma participativo, el cual está fundamentado en tres conceptos
vitales:
·
El universo se encuentra en estado de puro
potencial… un estado de flujo y cambio perpetuo.
·
El universo es fundamentalmente inseparable…
somos parte integral del todo y de todo.
·
Abrazar la incertidumbre … porque es ahí
donde residen las nuevas posibilidades.
Y apoyados en estos principios, surge
el paradigma participativo, el cual nos invita a entender que estamos llamados
a reemplazar las agotadas creencias que nos limitan y deshumanizan, porque
nosotros hacemos parte de su creación y mantenimiento.
Por ejemplo, en lugar de afirmar ‘’pienso
luego existo’’, sería más adecuado asumir el paradigma participativo y entender
que no es porque pienso que éxito, sino que “me convierto en lo que pienso” … “me hago responsable que mis pensamientos y
sus consecuencias múltiples” … Estas afirmaciones reflejan mejor nuestra emergente
comprensión de la conexión entre la mente y la realidad que creamos y en la
cual habitamos.
Pero, ¿Por qué nos ha llevado
tanto tiempo realizar la transición hacia el paradigma participativo? … ¿Qué
nos retiene?
La semántica no nos deja avanzar…
La forma en la que pensamos y hablamos sigue estando basada en palabras que
hacen que estemos completamente inmersos en el pensamiento clásico newtoniano y
aristotélico.
Las palabras anclan los
pensamientos, las percepciones, los sentimientos y las relaciones que tenemos
en un lenguaje fijo, determinista y basado en la objetividad.
‘’El lenguaje va muy por detrás
de la comprensión científica de la realidad’’[iii]
y nuestra mente no evoluciona al ritmo de los nuevos descubrimientos
científicos, sino que se mantiene encerrada por las palabras que nos limitan y
constriñen.
‘’El lenguaje que concuerda con
una cosmovisión determinada activa dicha cosmovisión, la refuerza, a la vez que
niega y debilita a las demás’’[iv]
‘’Al alterar o modificar el modo en el que
empleamos el lenguaje, también estamos actualizando la forma en la que creemos
que opera la realidad’’[v],
pues como afirma la física cuántica ‘’la luz tiene una capacidad triádica, dado
que puede manifestarse como una partícula, como una onda o como ambas a la vez’’,
es decir que no podemos simplemente decir que la luz es.
EL VERBO SER
IMPIDE NUEVAS POSIBILIDADES
Las palabras que usamos actúan
como el recipiente que da forma a nuestros pensamientos y sentimientos. Lo que en
un principio equivale a poco más que una impresión instintiva o la emergencia
puramente visceral de una idea, cobra vida a través de las palabras, y a su vez
estas determinan la forma en la que vemos la vida y cómo actuamos y nos
desenvolvemos en ella.
La manera en la que creemos que
funciona el universo, lo que pensamos y sentimos respecto a los demás y a
nosotros mismos, nuestras relaciones… todo ello viene conformado por las
palabras. Por tanto, el lenguaje deja una impronta muy profunda en la
mentalidad.
Así el uso de la palabra ser
resuena con la filosofía aristotélica de los opuestos excluyentes, en la cual cada
cosa es cierta o no lo es.
El verbo ser nos embauca a
través de objetivismo, (convirtiendo la realidad en cosas) y del
obstruccionismo (impidiendo el inexorable flujo del universo). Como resultado,
estos verbos de orientación clásica nos aprisionan en las creencias doctrinales
del viejo paradigma, actuando como obstáculos que nos impiden que nos
comprometamos con la más expansiva visión participativa, y que superemos la
falsa realidad objetiva, para tomar las riendas de nuestro propio pensar y
estar en el mundo, como participantes activos - autores, que estamos presentes
y no autómatas y víctimas.
La palabra es divide y fractura
la realidad en dos compartimientos: el de lo que es y de lo que no es,
imponiendo una realidad errónea y desajustada, que nos dificulta la relación
con un universo que se encuentra en estado de puro potencial y que es fundamentalmente
inseparable, donde surgen la incertidumbre y las posibilidades, porque entre
los extremos blanco y negro habita la infinita escala de grises.
Cuando usamos el verbo ser
estamos objetivando nuestras percepciones y convirtiéndolas en alfo fijo y
absoluto, como corresponde al mundo mecanicista. Este verbo y sus formas
derivadas constituyen las unidades básicas con las que se construye el
pensamiento literal, - ese tipo de pensamiento que nos hechiza con la
separación, la objetividad y el determinismo – y contrastan claramente con el
lenguaje que evoca la cosmovisión participativa.
La palabra ser y todas sus
formas verbales excluyen la posibilidad de cambio y dan a entender que las
cosas existen realmente en un estado fijo y permanente. No en vano, estas palabras
constituyen la base lingüística del paradigma mecanicista… Las formas verbales
del verbo ser son radicalmente opuestas y contrarias al principio de
posibilidad.
El uso de este verbo nos impide
ver la vida como una experiencia fluida y en constante despliegue y
consecuentemente tiene un efecto netamente obstruccionista. Nos vuelve ciegos
al movimiento, anclándonos a ideas fijas y concretas y a la determinación de
mantener las cosas estáticas en lugar de dejar que fluyan… Es, soy, ser…
Todas estas palabras evocan estados inertes… No hay nada que simplemente sea.
Al usar el verbo ser de forma
negativa en relación con nosotros mismos, estamos limitando o dejando a un lado
nuestra propia autoestima. ‘’Soy un perdedor’’ parece una sentencia
mucho más perjudicial que ‘’me siento como un perdedor’’. Al fin y al
cabo, si me siento como un perdedor, puedo preguntarme qué me ha hecho llegar a
sentirme así, por qué he llegado a creer eso y qué puedo hacer para cambiarlo.
No cabe duda de que tanto mis sentimientos como mi percepción pueden cambiar,
pero si ‘’soy un perdedor’’, ese atributo parece algo fijo, una especie
de constante.
Las palabras moldean los
pensamientos y el mundo que percibimos, por lo que al abandonar las que nos
limitan generamos espacios en los cuales pueden empezar a manifestarse las cualidades
del nuevo modo de pensar que estamos buscando.
[i] Mel Schwartz.
El Principio de Posibilidad. Como la física cuántica puede mejorar tu forma de
pensar, vivir y amar. Editorial Sirio.
[ii] La relación
de indeterminación de Heisenberg o principio de incertidumbre establece la
imposibilidad de que determinados pares de magnitudes físicas observables y
complementarias sean conocidas con precisión arbitraria. Sucintamente, afirma
que no se puede determinar, en términos de la física cuántica, simultáneamente
y con precisión arbitraria, ciertos pares de variables físicas, como son, la
posición y el momento lineal (cantidad de movimiento) de un objeto
dado. En otras palabras, cuanta mayor certeza se busca en determinar la
posición de una partícula, menos se conoce su momento lineal y, por tanto, su
masa y velocidad.
[iii] D.
David Bourland y Paul Dennithorne Johnston. Lingüistas
[iv] George
Lakoff, lingüista y científico cognitivo.
[v] Benjamin
Lee Whorf. Lingüista.
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