jueves, 13 de agosto de 2015

El Mentor como desarrollador de competencias,

 mediante conversaciones de desempeño en el mundo laboral

Dr. Nelson de J. Rueda Restrepo
Gerente General Coaching Management Consultants
www.coachingmc.com

Es hora de hablar del Mentor como desarrollador de competencias en el Mentorado, a través de la generación de conversaciones de desempeño en el mundo laboral.

La gestión por competencias llevada al mundo laboral, hace evidente la inadecuada relación entre los sistemas educativo-productivo, y la necesidad de buscar un modelo de competencias que haga posible un equilibrio entre las necesidades de los individuos  ̶̶ las organizaciones ̶  el mundo social.  Y ante este problema, se para el Mentor a la hora de guiar a su Mentorado.

El Mentor debe trabajar y educar con y por competencias laborales, lo cual le impone compromisos de gestión.  De allí que las competencias de un individuo, como fuerza instituida, deben estar expresadas al interior de la organización en productos tangibles y en resultados admisibles por el ecosistema al cual la organización sirve.  Esto hace necesaria la conversión del individuo en un sujeto institucional que da respuestas a la sociedad como fuerza instituyente. De aquí nacen los modos de actuación profesional[1] cuya mayor expresión se da a través de las competencias complejas, lo cual argumentaremos ex profeso en este acápite, a partir de la siguiente definición: Una competencia compleja está constituida por la capacidad que tiene un sujeto para integrar conocimientos, habilidades, valores, actitudes, aptitudes e intereses, mediante la articulación sistémica del conocimiento, la acción y los marcos éticos, de manera reflexiva, dialogal y discursiva, a la práctica que como sujeto institucionalizado le demanda un contexto socio-laboral específico.

Un punto de partida de las concepciones que dan origen a reflexiones contemporáneas sobre la noción de competencias, podemos situarlo en el siglo IV a.C., cuando Aristóteles documenta su preocupación acerca de la existencia de diversas formas de saber y de desempeño, dando respuesta a la pregunta ¿Qué es lo que constituye la identidad de las cosas como cosas, a pesar de su diferencia manifiesta? Según Aristóteles, hay dos clases de ser: el ser en potencia y el ser en acto. Todo cambio se realiza pasando de uno a otro ̶ competencia y actuación. Todo proviene del ser, pero, sin duda, del ser en potencia, es decir, del no-ser en acto[2].

Sintetizando las reflexiones psicosociales de las competencias, Agut y Grau (2002)[3] expresan que éstas incluyen los siguientes elementos:
a)     Motivos: lo que se quiere de modo consistente y que impulsa hacia la acción

b)    Rasgos: características consistentes y respuestas a situaciones (tiempo de reacción, autocontrol, iniciativa)

c)     Autoconcepto: incluye actitudes, valores, autoimagen, confianza en sí mismo

d)    Conocimientos: información que se posee sobre áreas de contenido específico

e)     Habilidades: capacidad para desempeñarse.  Las habilidades mentales o cognitivas incluyen pensamiento analítico (procesamiento de conocimientos y datos, determinación de causas y efectos, organización de datos y planes) y el pensamiento conceptual (reconocimiento de patrones en datos complejos).


Un Mentor, como generador de conversaciones de desempeño, se orienta a la búsqueda del desarrollo de las competencias para el modo de actuación de su Mentorado, yendo más allá de una linealidad operativa, y por ello da respuesta a tres preguntas esenciales: ¿Cómo es el ser de la acción para su Mentorado? (ontología) ¿Cómo debería ser? (ética) ¿Cómo se presenta a nosotros? (conocimiento y estética). 

Esto significa que da un paso más allá de las disyuntivas a las cuales se adecua la ciencia clásica al definir las competencias laborales.  Para hacerlo se apoya en el pensamiento complejo, lo cual le permiten transitar por la transversalidad necesaria y consustancial de los procesos a los cuales su Mentorado se verá abocado.

El Mentor, desde la construcción dialógico-interpretativa-discursiva como principio, sabe que una competencia compleja está constituida por la capacidad que tiene el sujeto de integrar conocimientos, habilidades, valores, actitudes, aptitudes, intereses y alternativas, mediante la articulación sistémica de conocimientos, acciones y valores éticos, que de manera reflexiva, dialogal y discursiva, se incorporan  a la práctica que como sujeto institucionalizado le demanda un contexto socio-laboral específico. 

Y desde allí orienta las conversaciones de desempeño con su Mentorado, de tal manera que éste oriente sus competencias a interpretar, argumentar y resolver, con independencia, interdependencia creatividad y cocreatividad, de forma propositiva, las cadenas operantes de actuación y los problemas que en un contexto socio-laboral se le presentan.  Generando así un modo de actuación profesional institucionalizado con compromiso misional institucional.

Al generar conversaciones de desempeño, el Mentor se constituye en un generador de procesos formativos, educativos y desarrolladores para su Mentorado, y ello lo evidencia al entender que al sistema de competencias entran, se procesan y salen atributos de información, de energía y de materia.  Estos atributos interactúan de forma interdependiente y se interrelacionan formando un todo unitario y complejo en el modo de actuación profesional.  Los mismos se explicitan así:


ü  Los atributos de información: los elementos cognitivos que posibilitan los constructos gnoseológicos, epistemológicos.  La dimensión  Logo  del sistema.

ü  Los atributos de energía: lo social, lo afectivo, lo emocional, lo axiológico.  La dimensión Etho del sistema.

ü  Los atributos de materia: la arquitectura de la organización, su acción, motor y quehacer.  La dimensión Bio del sistema.


Los atributos de información constituyen la dimensión instructiva desde los conocimientos, los atributos de energía, la dimensión educativa y los atributos de materia, las dimensiones desarrolladora e instructiva desde las habilidades. Unidos generan un campo de significación discursivo complejo, es el resultante de la interacción de los enlaces de los tres componentes del sistema, desde procesos dialógico-discursivo-interpretativos en una cadena operante de complejidad, para construir la síntesis que permite visualizar las n soluciones de un problema.
En primer lugar, el Mentor se ocupa de la serie de enlaces de atributos de información, los elementos cognitivos que, desde la acumulación del conocimiento, posibilitan los constructos gnoseológicos, epistemológicos y las representaciones e interpretaciones conceptuales.  El ego que interpreta.  Es decir  del “saber institucional” y lo expresa mediante la acción discursiva-interpretativa. 

En esta fase del proceso conversacional, el Mentor y el Mentorado se ocupan del saber-saber de una competencia y se remiten a la dimensión instructiva del proceso formativo.

Seguidamente, conversan sobre la serie de enlaces de atributos de materia.  La materia se expresa como la arquitectura de la organización, su acción, motor y quehacer.  El ego que modela actividades.  En esta fase se trabaja sobre aquello que  constituye la visión estructural del sistema y la fuente de análisis práctico que guía el aprendizaje y se refleja en la gestión misma como el tejido de actividades que se desarrolla mediante las destrezas y las habilidades de quienes se ocupan de lo fáctico. 

Es el saber-hacer de una competencia y remite a la dimensión desarrolladora del proceso formativo, en la cual se encuentran Mentor y Mentorado.

Siempre la conversación de desempeño entra en una fase que  está constituida por una serie de enlaces de atributos de energía: lo social, lo afectivo, lo emocional, lo axiológico.  El ser en sí mismo desde su ontología.  El ego que da sentido.  Esta fase conversacional se ocupa de la visión emocional que guía el aprendizaje y se expresa en la axiología y en la cultura misma. 

Es el saber-ser de una competencia y remite a la dimensión educativa del proceso formativo.

Así es como el Mentor cumple su función, a través de conversaciones de desempeño con su Mentorado, desde los mundos institucionales y sociales que se encuentra en el mundo de la complejidad.  Para dar lugar, luego, a un sujeto que más que adaptado, es complejizado por un mundo institucionalizante. 

Se exige de él, por procesos sistémicos de diálogo relacional con la misión de la organización y el mundo social complejo, la conversión en un sujeto competente, que sea capaz de actuar desde una matriz compleja de gestión, hasta llegar a ser un “Sujeto institucionalizado”.

De lo expuesto, concluimos que las dimensiones para lograrlo son la logocomplejidad, la biocomplejidad y la ethocomplejidad y sus elementos constitutivos están aportados por el extorno (el mundo globalizado), el entorno (la sociedad en demanda de soluciones), el intorno (la institución misma y sus integrantes) y el contorno (los diálogos de umbral entre los proveedores de servicios y los grupos de interés al interior de la organización), como elementos constitutivos de los efectores, quienes al entrar en diálogos articulantes de forma sistémica y relacional con los procesos, logran que éstos en relación dialógica, interpretativa y discursiva establezcan el modo de actuación profesional del Mentorado.




[1] El concepto “modos de actuación profesional” se refiere a una de las categorías de la didáctica de la educación superior, que ha sido trabajado por diversos autores, (García Ramis, L., 1996; Álvarez de Zayas, C., 1999; Fuentes, H., 2000; Garcés Cecilio, W., 2003). La Dirección Metodológica del Ministerio de Educación Superior de Cuba, los definió como “los métodos más generales que caracterizan cómo actúa el profesional con independencia de con qué trabaja y dónde trabaja”. Esta definición aparece en la literatura como análoga a la propuesta por Álvarez de Zayas, C. (1999), en la que plantea que el modo de actuación es “la manera en que el egresado resuelve los problemas del objeto de su trabajo, en el objeto de su profesión”.
[2] Aristóteles. Metafísica, libro decimosegundo, 1069a-1076II. “De la esencia susceptible de cambio y del cambio”.
[3] Agut Nieto, S. y Grau Gumbau, R. Revista “Proyecto Social”.  Vol. 9.  Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de Teruel.

miércoles, 12 de agosto de 2015

Habitamos en nuestros diálogos internos



Los Metaniveles de la Conversación

Dr. Nelson de J. Rueda Restrepo
Gerente General Coaching Management Consultants SAS
www.coachingmc.com

Si un Mentor es un generador de conversaciones de desempeño, debe aprender los secretos incorporados en una conversación y dominarlos. 

En el arte de conversar con su Mentorado, debe desarrollar competencias en el escuchar, en el hablar y en el diseño de conversaciones.

Una conversación de desempeño está constituida por agentes que despliegan paquetes de información, materia y conocimiento, desde las competencias de quienes conversan, para enlazar e interactuar dentro del proceso, produciendo tejidos de materia, conocimiento y valores.

Estos tejidos, con sus atributos de enlace de lo sistémico y relacional, al dialogar, desde lo discursivo, con otros modelos, otros sistemas, interpretan y discurren para generar resultados que se constituyen en el resultado complejo de un sistema dialogal sistémico e interpretativo, dando como resultado el modo de actuación propio de dicho sistema y el modo de actuación sujetal institucional.

Todo lo anterior parece complicado y por ello es necesario hacerlo claro y simple.

Al conversar entramos en una serie de metaniveles de la conversación que emergen del complejo proceso del alma humana[1].

Desde la escuela de Pitágoras sobrevino un conflicto entre los librepensadores y los que seguían las reglas establecidas.  Los primeros se sentían superiores a los segundos.  De esta manera, en todo proceso conversacional, nacen dos tendencias: unos quieren novedades e intentan franquear los límites establecidos; otros quieren conservar lo que poseen, lo que comprenden.

Estas dos orientaciones se justifican, pues participan en el proceso que debe vivir todo aquel que aspire a la verdad.  Pero dado que el yo es limitado, se oponen la una a la otra ¡asfixiando la voz del alma!

Cada ser humano habita en el espacio de sus creencias, desde ellas percibe el mundo, lo distingue, lo piensa, genera acciones y produce resultados.  De allí que al conversar cada uno de los intervinientes en el proceso, generalmente, terminan hablándose a sí mismo más que escuchando al otro; adscribiéndole intenciones al otro, más que comprendiendo su punto de vista y dándole significaciones diferentes a las expresiones verbales y no verbales del otro. 

Lo cual nos lleva directamente a la necesidad de entender que habitamos en nuestros diálogos internos más que en las conversaciones que los otros nos proponen.

A esos diálogos internos, guiados por  pensamientos y sentimientos que subyacen en la conversación, juicios riesgosos, supuestos, prejuicios, emociones, sentimientos, pensamientos ocultados, desplazados, negados, presunciones no explícitas, temores y necesidades que ocupan el espacio de nuestros pensamientos mientras conversamos, haciendo que nuestra escucha sea más aparente que real, más selectiva que atenta y empática. 

La ontología del lenguaje lo llama “conversaciones ocultas” y afirma que desde nuestras distinciones, juicios y narrativas (mundos interpretativos), en cada uno de nosotros, se dan tres tipos de conversaciones:

Íntima, es aquella en la cual por sabiduría guardamos, en paz y en silencio, en nuestra interioridad más profunda, lo que pensamos y sentimos.

Privada es la que en un “callar” no expresamos verbalmente y nos deja molestos, insatisfechos, “resentidos” y se expresa en nuestro lenguaje no verbal;
Pública es la que es la que se expresa verbalmente.

Cada ser humano se expresa en su propio lenguaje.  Esta comunicación está animada por las circunstancias, el lugar y la época, pero principalmente depende del campo de energía al cual ese ser humano pertenece.  Cuando alguien habla expresa lo que es.  Da testimonio de los principios y de los valores que espera realizar.

Si varias personas hablan en conjunto, llenan el espacio con sus pensamientos y sentimientos.  Y así se forma una atmosfera que alimenta la consecución de sus propósitos.  Estas palabras pueden sembrar la confusión, consolar, apasionar, informar.  Sus efectos dependen de las intenciones de quien habla, quizá con buena o mala fe.

Las quimeras, las tendencias y las ansiedades de un yo que vive intensamente a partir del subconsciente son capaces de ensombrecer y contaminar a los demás; influirán fácilmente a todos los que todavía no dirigen sus propias vidas.

Demasiado a menudo los seres humanos no escuchan su lenguaje, pues cada uno cree ser el único que habla y piensa que tiene la última palabra.

Hablando su propio lenguaje y girando alrededor de su propio mundo, en actitud egocéntrica, obstinada, densificada y cristalizada, lo cual endurece sus sentidos y convierte las imágenes pensamiento en subjetivas y falsas, que le mantienen delimitado, el ser humano se hace sordo a la palabra de los demás, sin darse cuenta de la dificultad que tiene para enfrentar sus propios límites.   Todo esto lo lleva a decepciones, disgustos y luchas, hasta que aprenda a liberar su propio lenguaje de las ideas establecidas y adquiridas.

El lenguaje, en la forma que sea, es una ayuda indispensable para desenvolverse en la vida.  Pero en cualquier caso, la palabra del hombre es insuficiente.  Resulta difícil describir un acontecimiento ordinario de forma que la imagen aparezca clara para todos.

En la medida en la cual el hombre es imperfecto, sus palabras también lo son. Están determinadas por su personalidad y por sus impulsos interiores y exteriores.  Por ello podemos afirmar tranquilamente que, a menudo, la verdad es lo contrario de lo que decimos.  Yace oculta en lo más profundo del alma.  Y, frecuentemente, el silencio la expresa más claramente que un torrente de palabras.

La conciencia del ser humano se desarrolla gracias a la palabra y la comprensión.  Así cada ser humano descubre las características de otras criaturas y aprende a reconocer su lugar en la creación, a actuar de forma consciente, aprendiendo, desde su propio silencio, a escuchar, a comprender y a renovar, hasta llegar a su verdadero destino.

Existen tres grados de silencio: que la boca permanezca cerrada, que el pensamiento se calle y que la voluntad se calle.  La locuacidad habitual es la expresión del pensamiento, del parloteo interior, con el que el yo, exteriormente calmado, silencioso y con aparente dominio, mantiene su atención sobre sí mismo.  La voluntad quiere seguir dominando la situación.

El hombre tiene necesidad de una boca para hablar y de oídos para oír.  Emite vibraciones en el aire que se transmiten a los oídos de otros.  El poder de emitir sonidos y recibirlos es un gran milagro.  Sin él, los seres humanos estarían mudos y no podrían expresar ni adquirir conciencia.  ¡Ejecutar y comprender palabras producidas por una serie de sonidos es verdaderamente un gran milagro!

El orador regala sus pensamientos y sentimientos envueltos en palabras y el oyente recibe este regalo como energías transmitidas por estas palabras que están cargadas de fuerza, de pensamientos y de emociones.  Esa energía busca encontrar una resonancia, un eco.  Es así como percibimos lo que el otro quiere decirnos.  Se trata de una comunicación limitada.

En sentido más amplio, es posible comunicarse por el lenguaje corporal y por transmisión directa de los pensamientos y de los sentimientos, proyectando sus cualidades, su carácter personal, y lo que emana de él, sobre los demás, provocando sus reacciones.

Dado que  hablamos desde nuestras creencias y distinciones y escuchamos gracias a nuestro estado de conciencia, si nos detenemos en el milagro del lenguaje vemos como nos comunicamos inter-penetrándonos, es decir, nos relacionamos desde nuestras emociones generando una energía que, al entrar en contacto con el otro, motiva su reacción.  Facilitando o dificultando el proceso conversacional.

Así es como percibimos lo que decimos y lo que el otro quiere decirnos.  Se trata siempre de un hablar, un comunicar, un dialogar y un conversar mediado por nuestro sistema nervioso, nuestro fuego de la serpiente, del estado de nuestra sangre, del fluido hormonal y, sobre todo, de nuestro estado de la pineal y de la hipófisis. 

Esto hace que las palabras se pronuncien y escuchen desde un marco de intenciones, humores y pensamientos que intentan ser la esencia misma de las cosas, pero que no logran más que ser las percepciones de ellas.  Las palabras nos ponen en límite, haciendo que la transmisión de pensamientos y sentimientos sea parcial y provoque descripciones diferentes en los dos perceptores implicados en el proceso (Mentor y Mentorado), generando reacciones muchas veces inesperadas, acordes con el estado de conciencia de quien escucha.

Cuando conversamos, emitimos desde nuestro cuerpo y nuestras palabras vibraciones a partir de las cuales nos expresamos.  Esperando ser comprendidos para que el otro genere acciones.  Quien participa con nosotros en la conversación suscita pensamientos, emociones y actos, desde la reacción que se genera por sus propias percepciones y significantes.

El perceptor que habla expresa pensamientos y sentimientos para que el perceptor que escucha perciba lo que queremos o necesitamos.

Las palabras están cargadas de fuerza y de energía que espera una resonancia, un eco, el cual no siempre coincide con lo que esperamos y por ello se generan las bien conocidas perturbaciones en las relaciones.

Friedemann Schultz Von Thun[2] nos da una clave adicional para entender el conflicto que surge de nuestras conversaciones, al afirmar que cada vez que conversamos nos enfrentamos a cinco dimensiones implicadas en el conversar:


ü  El contenido objetivo: aquello sobre lo cual debe recaer la implicación de lo que conversamos.  La conversación contiene una información objetiva.

ü  La autoexposición: lo que doy a conocer de mí mismo. En la conversación me expongo y desde una auto representación intencionada muestro al otro una dimensión de mí mismo.  Mensaje Yo.

ü  La relación: lo que pienso y la forma como me sitúo frente al otro.  Al conversar el perceptor uno se planta frente al perceptor dos con una posición que da cuenta de lo que piensa y siente de él y lo expresa desde su lenguaje verbal y no verbal.  Mensaje Tú.

ü  La influencia: hacia donde quiero llevar al otro.  Al conversar se busca influir, desde objetivos comunes, el acuerdo y las acciones que lo hagan posible.

ü  Y el fenómeno: hecho o situación que motiva el que estemos conversando.  Aquello sobre lo cual conversamos. Es el aspecto o pretexto alrededor del cual gira la conversación y la danza que se da entre el escuchar y el hablar, el indagar y el proponer.


Si asociamos estos conceptos con los de las conversaciones ocultas y públicas, entenderemos que actuamos como “perceptores” diferentes y que, por tanto, participamos de maneras muy diversas en las conversaciones. 

Siendo habladores de cuatro voces (contenido objetivo, relación, autoexposición e incitación) y receptores de cuatro oídos (contenido objetivo, relación, autoexposición e incitación), hace que el entramado de la conversación pueda diferir considerablemente, dando origen a los metaniveles de la conversación a los cuales ya nos hemos referido en detalle.






[1] Para profundizar en esta temática remítase a las Revistas Pentagrama de la Rozekruis Pers. www.lectoriumrosicrucianum.org
[2] Shultz Von Thun Friedemann. El arte de conversar. Editorial Herder

martes, 11 de agosto de 2015

Conversaciones de Desempeño:

Conversaciones de Desempeño:
                                                                                                 Dr. Nelson de J. Rueda Restrepo
                                                                          Gerente General Coaching Management Consultants SAS
                                                                                                 www.coachingmc.com

¿Qué significa generar conversaciones de desempeño?

Frecuentemente confundimos el hablar, el comunicar o el dialogar con el conversar.  De allí que se hace necesario establecer las diferencias entre existentes entre estos conceptos, aparentemente sinónimos.

Se denomina hablar a la capacidad de comunicarse mediante sonidos articulados que tiene el ser humano.  La disciplina que se orienta a explicar la comunicación mediante el habla se denomina lingüística.

Antes de hablar se debe hacer silencio y este silencio puede ser una preparación para la palabra, a menos que ésta sea una actividad puramente motora, sin ningún contenido.  Por consiguiente, para muchos, callarse y recogerse en sí mismos antes de hablar, es una gran tarea. 

En las formas establecidas de nuestra sociedad materialista muchos están habituados a volverse hacia el exterior, a ser activos y así a dispersarse.  Así su conciencia está centrada en sus propios intereses.

La charlatanería irreflexiva o incluso maquinal y desenfrenada, que emana del subconsciente, despilfarra la fuerza que podría elevarse muy por encima del subconsciente, refuerza el instinto de conservación del yo y lo alimenta.  Así algunos son esclavos del lenguaje, emplean sus poderes para defenderse y herir a los demás.

Comunicar, nos dice la Real Academia Española es, en su primera acepción, "Hacer a otro partícipe de lo que uno tiene"; la etimología proviene del latín “communicare”, "intercambiar, compartir, poner en común".  En términos generales, la comunicación es un medio de conexión o de unión que tenemos las personas para transmitir mensajes.

La palabra diálogo proviene del latín “dialogus” y significa discurso racional o ciencia (logos) del discurso.  La dialéctica es el arte del diálogo para oponer dos discursos racionales.

En el uso común, dialogo es una “Plática entre dos o más personas, que alternativamente manifiestan sus ideas o afectos”.  Lo que hacemos en el dialogo es establecer una conexión con el fin de dar o recibir ideas, información o algún significado.

Una función evidente del lenguaje es comunicar.  El propósito de comunicar tiene implícita la promoción de una acción, sea interna (de un individuo) o externa (entre individuos o individuos y el medio) y es a través del conversar donde se da la adecuada promoción de la acción y la verificación de sus consecuencias.

La palabra conversar proviene del latín “conversatio” y surge de la unión de dos raíces latinas: “cum” que quiere decir “con” y “versare” que significa “dar vueltas con sentido”, y se descompone en el prefijo con (reunión), el verbo vertere (girar, cambiar, dar vueltas) y el sufijo tio (acción y efecto de reunirse a dar vueltas con sentido).

De allí que podríamos afirmar que Conversar es entrar “en el surco que traza el otro” y proseguir, con él, en el trazo y perfección de aquel surco, buscando siempre llegar a acuerdos y coordinar acciones para alcanzar objetivos, lo cual da lugar a diálogos continuos y sucesivos, en una cadena operante de complejidad

Al proceso conversacional entran como efectores Pn elementos, (agentes universales -materia, energía e información- que entran al sistema para permitir, mediante procesos conversacionales, que se origine una causa final), para producir, en la vesica piscis, una transformación que busca guiar hacia un resultado sistémico.

La actuación de Mentor y Mentorado se puede visualizar, en sus propios los plexores, los cuales pueden ser representados al interior de una vesica piscis, como la sumatoria de  P1+P2+P3…hasta convertirse en Pn.

Cuando estos elementos Pn, en su condición de efectores, son modificados por el diálogo entre lo interpretativo, lo discursivo y lo relacional, surge un sistema generado por la complejidad, la cual produce un resultado, más que sistémico, complejo, al cual llamamos proceso complex, compuesto por tejidos que crean nuevos plexores, o subcomplexus, que constituyen, a su vez, su propia complejidad, representándose, por ello en una vesica piscis.

La vesica piscis constituye  una síntesis de un mapa de procesos sistémicos, en el que los dominios conversacionales,  de Mentor y Mentorado, se complejizan, constituyéndose así la conversación en un campo de significación discursiva compleja y, por tanto, en una cadena operante de complejidad.

En el proceso dialógico, discursivo, interpretativo y reinterpretativo, los efectores actúan en una relación dialogal, discursiva y compleja para generar diálogos de cadenas operantes, que finalmente terminen por ser generadoras de los modos de actuación de los sujetos institucionalizados.

En la cadena operante de complejidad, Mentor y Mentorado se mueven desde sus propias orillas epistemológicas, (teorías y paradigmas) heurísticas (modelos y esquemas) axiológicas (prototipos y cosmovisiones) y ontológicas (creencias, prejuicios y raíces profundas), lo cual complejiza las conversaciones y hace necesario un discurrir diferente en el lenguaje de la Organización.

Desde la dimensión más ontológica, una conversación es una danza entre el escuchar y el hablar, en torno a objetivos comunes, lo cual hace posible lograr acuerdos y coordinar acciones.  Es decir, versar con el otro, desde el lenguaje y las emociones, en una danza entre el indagar y el proponer, para generar un diálogo productivo, orientado al aprendizaje, la transformación y la acción.


Establecida la ontología de una conversación y la semántica de la misma, podríamos sintetizar el accionar de un Mentor como un proceso mediante el cual él habla con el Mentorado para comunicarse, desde el lenguaje y las emociones, generando un diálogo que conduce a conversaciones productivas.  Este diálogo está orientado al aprendizaje, la transformación y la acción por parte del Mentorado, en función de potencializar su desempeño vital y su carrera profesional.

Rafael Echeverría[1], presidente de Newfield Consulting, afirma que  “lo que nos constituye como seres humanos es nuestro vivir en el conversar.  Todas las actividades y quehaceres humanos tienen lugar como conversaciones y redes conversacionales.  Los directivos y los gerentes en las organizaciones son agentes conversacionales.  La manera como estamos conversando determina la calidad de los resultados de la Organización”.

El Mentoring, al igual que el arte del Coaching,  nos permite darnos cuenta e intervenir al Mentorado a través de la observación de los resultados que produce, mediante  la dinámica de la red conversacional.  De allí que el Mentor, en su condición de agente conversacional, asume que una de sus funciones más trascendentales consiste en generar conversaciones de desempeño con el Mentorado. 

Para hacer dinámica su presencia y gestión vital en la empresa, generar procesos integrales, mejoras en los procesos que proveen productos y servicios, y desarrollar estrategias  prácticas de mejoramiento y de producción de resultados.  Si es posible, en todas las perspectivas organizacionales de las cuales este participa.





[1] Echeverria, Rafael. Ontología del Lenguaje. Ediciones Dolmen

El Mentor como Generador de Conversaciones de Desempeño.

El Mentor como Generador de Conversaciones de Desempeño.
                                            Dr. Nelson de J. Rueda Restrepo
Gerente General Coaching Management Consultants SAS
www.coachingmc.com

 “Siempre hay un juego interior en tu mente, no importa lo que esté sucediendo en el juego exterior.  Cuán consciente seas de este juego podrá marcar la diferencia entre el éxito y el fracaso en el juego exterior”. Timothy Gallwey



1.  El punto de partida:

La Mentoría surge como respuesta a la complejidad exigida al “modo de actuación profesional” de un Mentorado, es decir de la necesidad de articular las competencias de este como “individuo”, con heurística propia (sistema de creencias), en espera de ser socializado institucionalmente (profesional institucionalizado).  Es decir, de ser convertido en “sujeto” por una institución, que a su vez posee un sistema propio de referencias y de requerimientos (sistema normativo),  lo cual da lugar a un lamdoma complejo compartido,

Para la Organización (Institución) no se trata de eliminar la competencia individual con su propia geometría y heurística, sino de desarrollar un “sujeto institucionalizado” desde todo aquello que lo unifica con el sistema propio de referencias y requerimientos de la “organización” para la cual trabaja, con su geometría y heurística. 

De allí que la Mentoría se constituye en una intervención, en una situación problémica, que nace de la conciencia de la realidad institucional, enfrentada con la misión de la Organización en el extorno (entorno más mediato) y del proceso productivo en el intorno (entorno más inmediato). 

De esta forma la Mentoría se apoya y busca modos particulares de actuación profesional, que constituyan respuestas pertinentes del Mentorado al mismo entorno (punto de encuentro del extorno y el intorno), desde lo relacional, lo sistémico y lo complejo y desde unos modos de vida que son al mismo tiempo únicos y globalizados, los cuales se pueden expresar como componentes del lamdoma,

Surge, de la anterior premisa, la necesidad de Mentores y de procesos de Mentoring en las organizaciones, para conducir a los Mentorados a su institucionalización, lo cual puede darse, entre otras muchas alternativas, a través de conversaciones de desempeño.


2.  Las definiciones básicas para los procesos de Mentoring:

Harvard Business Essentials[1] define a un Mentor como una persona que ayuda a otra a experimentar un crecimiento personal a través del aprendizaje.  Como un consejero sabio y de confianza; citando a Chip R. Bell afirma que “un Mentor es simplemente alguien que ayuda a otra persona a aprender algo que habría aprendido peor, más lentamente o no habría podido en absoluto por su propia cuenta”[2]

A su vez Isabel Soria[3], apoyándose en la Harvard Business Essentials, y en los postulados de Kathy E. Kram[4], afirma que “el Mentoring es una relación de desarrollo personal en la que una persona más experimentada o con mayor conocimiento ayuda a otra menos experimentada o con menor conocimiento.

La persona que dirige el proceso es llamada Mentor o tutor y la persona que recibe la Mentoría es llamada tradicionalmente protegido, discípulo, aprendiz o Mentorado.  Un Mentor es pues una persona que transfiere su experiencia y sus conocimientos a otra; es modelo, consejero, fuente de inspiración y estímulo para la superación del Mentorado.

El Mentor ha de ser una figura de referencia con experiencia, una trayectoria vital y valores que transmitir.

Un Mentor, que suele ser una persona más experta y calificada que el Mentorado, en general, es un ejecutivo sénior de la organización que es capaz de transmitir conocimiento y experiencia.  Un Mentor ejerce influencia positiva en su Mentorado y goza de su admiración y respeto.

Los programas de Mentoring constituyen herramientas poderosas para la transmisión del conocimiento en las organizaciones, muchas veces producido internamente, con un enfoque adaptado a las características de la compañía y que asegura la adecuada transferencia, y además, con un coste menor que un plan extensivo de formación.

El Mentorado es el que pregunta y el Mentor el que responde, dándose así una transmisión de conocimientos de Mentor a Mentorado, mediante la respuesta a lo preguntado”.
Partiendo de los referentes anteriores, podemos afirmar que un Mentor es una autoridad, alguien que domina cierta materia. 

Gracias a su experiencia y a sus conocimientos puede ayudar al Mentorado, constituyéndose en un ejemplo vivo y fuente inviolable de autoridad que, consecuente en su manera de obrar, ejerce una autoridad más interior que exterior.  Y que el Mentoring pretende ser un proceso a través del cual el Mentorado recibe un impulso para el desarrollo de sus capacidades interiores y exteriores, que lo llevan a comportarse, desde valores, competencias y maneras específicas, en los diferentes entornos psico- sociales en los cuales se desempeña.

El Mentorado, por tanto, no es alguien que mira y admira a su Mentor para imitar sus gestos, palabras, risas y sonrisas, sin superar el estadio de la imitación y sin vivir sus propias experiencias.  El posee discernimiento y capacidad de acción, lo cual lo conduce a la renovación permanente.

El Mentor sabe que no se puede imponer la autoridad, que cada uno tiene que adquirirla a viva fuerza, tras lo cual él es su propia autoridad, fundada sobre aquello de lo cual nadie puede despojarlo.  Es una autoridad interior, sin que pueda actuar de otra manera.

De allí que al combinar la dimensión de la autoridad con la del aprendizaje, el Mentor y el Mentorado hacen del Mentoring un proceso permanente de conversaciones.  Por ello decimos que una de las competencias básicas a desarrollar, por el Mentor, es la de ser generador de conversaciones de desempeño.




[1] Harvard Businnes Essentials. Una guía para directivos ocupados. Coaching y Mentoring. Editorial Deusto
[2] Chip R. Bell, Mentoring as partnership. Freas editors.
[3] Soria del Rio Isabel ¿Por qué lo llaman Coaching cuando quieren decir Mentoring?
[4] Kathy E. Kram. Mentoring at work. University Press of America.