martes, 30 de septiembre de 2008

EL PODER DE DARSE CUENTA

“La vida es una gran escuela, y la naturaleza es la principal maestra, pero si no nos damos cuenta, no podemos escuchar a la maestra”. Porque es el “darse cuenta” lo que “transforma las lecciones de vida en sabiduría; puede convertir circunstancias confusas y eventos en conocimiento útil”.
Estas son las palabras de Dan Millman, un campeón del mundo de gimnasia del trampolín, entrenador de gimnasia de la Universidad de Stanford, extraídas de su libro “El atleta Interior”, y que ponen el acento sobre el hecho que aprender es la respuesta a una demanda: la de tener que hacer algo que, hasta ahí, éramos incapaces de hacer. Y que, si antes éramos incapaces, en el proceso de llegar a hacerlo bien, necesariamente deberemos cometer errores…pero el problema no está en el error en sí, sino en ignorarlo o mal interpretarlo.
En efecto, es el “darse cuenta” el comienzo de todo aprendizaje, porque una vez que hemos tomado conciencia del error o de alguna imposibilidad, recién podemos modificar alguna de las acciones que nos podrían conducir a obtener mejores resultados.De eso se trata entonces: de “darnos cuenta”. Una especie de percepción sensible que involucra a todo el cuerpo y que nos llega a través de la experiencia directa. En efecto, no se trataría de algo intelectual, algo razonado, sino de algo que nos ocurre sin explicación, como un chispazo de entendimiento que, arriesgo la opinión, tal vez en estados más elevados es lo que algunos llaman iluminación. Porque después de todo, como dijo Carl Jung, el famoso psiquiatra que fuera colega de Freud, y que se dedicó a la exploración del “espacio interno”… "la iluminación no consiste en ver formas luminosas y visiones, sino en hacer visible la oscuridad”.
Suena interesante, pero… si “darse cuenta” es la condición básica de nuevos aprendizajes que nos posibilitarían los cambios que deseamos generar ¿por qué a veces hasta nos hacemos trampas para evitar “darnos cuenta”, acallando las voces, tanto internas como externas, que en principio nos ayudarían a lograrlos? Tal vez porque, como explica el mismo Millman, “un signo seguro de un incremento en la capacidad de “darse cuenta” es que nos sentimos como si fuéramos peores”. Porque como suelo decir, con otras palabras, al estar más “despiertos”, más concientes, perdemos el amparo y la protección que nos brinda la bendita ignorancia.
Los seres humanos estamos diseñados para aprender, y el aprendizaje es fuente de alegría, como lo testimonian las risas y chillidos de un pequeño que se para solo por primera vez. Pero todo aprendizaje, en cualquier campo, siempre implica una momentánea pérdida de autoestima, una mella en nuestra autoimagen, y nuestros mecanismos de defensa harán cualquier cosa, con tal de evitar el darnos cuenta, para no tener que pasar por el dolor de la pérdida de la seguridad (y comodidad) que nos brindaba el conocimiento previamente adquirido.
Pero si “darse cuenta” es tan importante para nuestro aprendizaje, en cualquier campo, ¿qué podemos hacer para superar este impedimento para nuestro crecimiento personal? Simple, aunque no fácil, tendremos que estar dispuestos, como dice Dan (que de esto sabe por ser atleta) a perder imagen, a vernos momentáneamente bajo una luz que es menos lisonjera de lo que desearíamos. Y tal vez recuperar algo de la naturalidad de los niños, que “viven en el error” mientras aprenden: ellos mojan los pantalones, se caen, dejan caer cosas. Pero como no tienen nada que resistir, naturalmente pasan del “darse cuenta del error”, a una nueva práctica, y de ésta a su corrección, en una espiral de aprendizaje que nunca termina.
Ocurre que muchas veces no conseguimos lo que queremos, simplemente porque… ¡no nos damos cuenta que nuestra atención está enfocada en otro lugar!

miércoles, 3 de septiembre de 2008

Ese Otro Sentido

HALLAR EL BALANCE EN EL TRANSCURRIR DE LA VIDA
Describir ese otro sentido para ayudar a descubrirlo

Transcurrir la vida, vivir para contar… contar para existir.
Me descubro humana ante la forma de conocerme y reconocerme cuando soy testigo de mi misma. Resulta ser que sólo yo sé lo que siento y la variación de ese sentir en milésimas de segundo, curiosamente a otros les pasa lo mismo en diferentes momentos de la existencia.
La cuestión es que cuando pasé por ahí me di cuenta a medias, mirando en retrospectiva dispuesta a permitir que yo y otros evidencien mi humanidad, me expreso dejándome ver con mis aciertos y de cómo logré salir avante de mis miedos e inseguridades, de mis dudas y mi ignorancia, saliendo victoriosa de una de las miles de cuevas mentales lúgubres, macabras, nauseabundas en las que solía estar.
Brillar sí, brillar, eso es lo que me motiva ahora… brillar y ver brillar a otros cuando se permiten descubrir la vida: veo el brío, el ánimo y la fuerza con que emprenden la palabra y la conducta llevándolas a cabo sin importar la magnitud de tales acciones.
Es la inquietud, el asombro, la curiosidad, el gusto por descubrir y encontrar hasta lograr el dominio corporal como muestra del manejo asertivo de emociones y de la vida, lo que permite comunicarme más sincrónicamente en las emociones con los otros y mi entorno.
Entender que precisamente por ese cambio de emociones y percepciones en milésimas de segundo que a todo humano en situación no patológica nos pasa, es que se requieren las convenciones y códigos que a todos nos faciliten tomar conductas comunes que nos conduzcan a construir el mundo para todos, sin dejar de estar descubriendo la vida en nosotros y nuestro entorno.
¡Poner en acción el Desarrollo Humano, sí es una opción de vida! Dra. Ana Patricia Pérez Ríos

Como mejorar la Rentabilidad de la Empresa

La teoría del recurso restringido permite analizar la rentabilidad que ofrece un producto o servicio, tendiendo en cuenta los recursos que utiliza.

La rentabilidad es el norte obligado de los negocios. Si no hay rentabilidad no hay futuro, el menos en los negocios con ánimos de lucro.

La rentabilidad puede expresarse de múltiples maneras. La expresión porcentual de la utilidad operativa sobre las ventas es apenas una aproximación al tema, que de hecho se queda corta, pues deja por fuera el peso de la inversión vinculada, denominador sin el cual cualquier expresión de rentabilidad es lo suficientemente pobre como para descartarla. Un indicador saludable de rentabilidad expresará el porcentaje de la utilidad operacional sobre la inversión, incluyendo en ella el capital de trabajo.

No solo es preciso estimar la rentabilidad esperada por referencia, sino que hay que calcular el aporte que hacen clientes, sectores, regiones o canales de distribución.

La estrategia indicada es ofrecer productos que aporten una contribución marginal significativa, la cual se define como el ingreso por venta menos los costos variables. La suma de las contribuciones de los productos en el período, debe superar los gastos fijos y producir una utilidad aceptable.

La rentabilidad debe maximizarse tendiendo en cuenta la restricción principal del negocio. Esta es la razón por la cual los almacenes de cadena analizan la contribución de un producto por Mt2 de superficie ocupada. De manera equivalente, los fabricantes de piezas plásticas o metálicas deberán buscar el margen por máquina-hora y las instituciones de salud deberían maximizar el margen por hora de sus quirófanos, dado que éstos representan inversiones elevadas que no se pueden ampliar fácilmente. En este último caso, es preferible hacer amigdalectomías con un margen de $ 200.000, las cuales ocupan media hora de quirófano, que liposucciones con un margen de $ 1 millón, que toman tres horas. Lo anterior, claro está, si el mercado permite moverse entre las dos opciones.

También podría mejorarse el resultado si se logran reducciones en el tiempo de utilización o en los tiempos muertos del recurso (el quirófano en el ejemplo citado). Y de nada servirá reducir el tiempo de preparación del paciente, desde el punto de vista de la rentabilidad mensual, así el costo total de esa actividad se disminuya.

En consecuencia, tanto la contribución marginal obtenida con base en los costos, como la teoría de las restricciones de Goldratt (o troughput como él lo denomina) apuntan a lo mismo: como mejorar la rentabilidad final. No basta con disminuir el costo unitario, lo cual aporta solo una visión parcial de la respuesta correcta.


FERNAN PIEDRAHITA U.