martes, 15 de diciembre de 2009

FELICIDAD Y PROSPERIDAD



Aunque Cristo nazca mil o diez mil veces en Belén, de nada te valdrá si no nace por lo menos una vez en tú Corazón.

Ángelus Silesius

Aprende a ser como un espejo que escucha y refleja la energía. El universo mismo es el mejor ejemplo de un espejo que la naturaleza nos ha dado, porque el universo acepta sin condiciones nuestros pensamientos, nuestras emociones, nuestras palabras, nuestras acciones, y nos envía el reflejo de nuestra propia energía bajo la forma de las diferentes circunstancias que se presentan en nuestra vida. Aprende a ser como el universo, escuchando y reflejando la energía, sin emociones densas y sin prejuicios.

Habla simplemente cuando sea necesario. Piensa lo que vas a decir antes de expresarlo. Sé breve y preciso, ya que cada vez que dejas salir una palabra por la boca, dejas salir al mismo tiempo una parte de tu vitalidad. De esta manera aprenderás a desarrollar el arte de hablar sin perder energía. Nunca hagas promesas que no puedas cumplir. No te quejes y no utilices en tu vocabulario palabras que proyecten imágenes negativas porque se producirá alrededor de ti todo lo que has fabricado con tus palabras cargadas de tu propio aliento. Si no tienes nada bueno, verdadero y útil que decir, es mejor quedarse en silencio.

Si te identificas con el éxito, tendrás éxito. Si te identificas con el fracaso, tendrás fracasos. Así podemos observar que las circunstancias que vivimos son simplemente manifestaciones externas del contenido de nuestra habladuría interna.

Sé discreto, preserva tu vida íntima; de esta manera te liberas de la opinión de los otros y llevarás una vida tranquila volviéndote invisible, misterioso, indefinible e insondable como el Tao.

Felicidad en Navidad y Prosperidad en el Año Nuevo
les desea Nelson de J. Rueda R. y Consultores Asociados
Coaching Management Consultants S.A.


Traducción libre de un texto Taoista

Coaching Management Consultants SA.
www.coachingmc.com

lunes, 7 de diciembre de 2009

UNO PERDONA UN ERROR, PERO DOS YA SON DEMASIADOS.

Cuando Juan recibió su sueldo, en dinero efectivo, como siempre lo hacía el primer día de cada mes, contó cuidadosamente los billetes, uno a uno, agudizando sus ojos y untando el dedo con saliva para despegar con fuerza los billetes.

Se sorprendió al percatarse que le habían dado 100 dólares más de lo que correspondía. Miró al contador de reojo para asegurarse que no lo había notado, rápidamente firmó el recibo, se guardó el dinero dentro del bolsillo y salió del sitio con la mayor rapidez y discreción posible, aguantándose, con esfuerzo, las ganas de saltar de la dicha.
Todo quedó así.

El primer día del mes siguiente hizo la fila y extendió la mano para recibir el pago. La rutina se repitió y al contar los billetes, notó que faltaban 100 dólares. Alzó la cabeza y clavó su mirada y muy serio le dijo al cajero: - Señor, disculpe, faltan 100 dólares.

El cajero respondió: - ¿Recuerda que el mes pasado le dimos 100 dólares más y usted no dijo nada?

Sí, claro -contestó Juan con seguridad-, es que uno perdona un error, pero dos ya son demasiados.

¿Reconoces tus errores? ¿Eres igual de exigente contigo mismo que con los demás? ¿Te consideran justo tus cercanos? ¿Cómo afectan tus errores a los que te rodean? ¿Cómo influyes la calidad de tus relaciones cuando no aceptas y asumes tus propias fallas?

Y cerremos la reflexión como la iniciamos, citando a Confucio: "Si ves a un hombre bueno imítalo, si ves a un hombre malo examínate a ti mismo.