¿CÓMO TRANSFORMAR EL TALENTO INDIVIDUAL EN ALTA COMPETENCIA COLECTIVA?
Ignacio Bernabé, FOUNDER & PRESIDENT OF THE GROWTH
MANAGEMENT® SCIENCE COMPANY
La gran apuesta por el talento se desarrolla desde
teorías, herramientas, metodologías y tecnologías cada vez más perfeccionadas y
transformadoras. Superadas 2 décadas desde la llamada “guerra del talento”, la
teoría de la generación de valor, los círculos de la competencia y el
diagnóstico de talento y competencia, impulsan a la función de RRHH y a los
líderes, para llevar la experiencia a un nivel superior
¿Son
las personas más talentosas, las que logran mejores resultados? ¿Son las
organizaciones con mayor potencial humano, la que crecen en mayor medida? En
contra de lo que quizá se pueda pensar, la respuesta a ambas preguntas es “no”.
En pleno auge del talento, ¿lo estamos sobrevalorando? ¿Es suficiente? ¿Qué
marca entonces la diferencia entre talento y resultados?
EL TALENTO
A
final de los 90 empecé a cuestionarme el paradigma emergente del talento
aplicado a las organizaciones. Se vendía como la panacea. Como la solución a
nuestros males. Como la garantía de los mejores, para quienes pudieran
pagarlos. Se inició la entonces llamada “guerra del talento” acuñada por
McKinsey & Company en 1997. Pero muchas empresas ignoraban el potencial
colectivo que atesoraban, centrándose en personas que consideraban clave. De
este modo surgieron esos altos directivos talentosos, que como mercenarios
terminarían por venderse al mejor postor. El paradigma empezaba a ser
cuestionable.
Ello
me llevó a hacerme algunas preguntas: ¿en qué medida el talento es exclusividad
de unos pocos elegidos? ¿Hasta qué punto el talento colectivo no es más potente
que el individual, por muy bueno que este sea? Y en cualquier caso ¿por qué
determinadas personas logran tan altos resultados frente a otras, y como ello
impacta sobre sus vidas, y sobre las de sus empresas?
Históricamente
se había puesto el foco en la formación, pero ahora todo apuntaba
al talento, pese a que tan sólo unos años atrás, en 1990, K. Anders
Ericsson teorizara sobre lo decisivo del entrenamiento ¾experiencia
práctica¾ por encima del potencial. ¿Era ese don natural con el que algunos
parecían haber sido tocados, lo que realmente terminaba por marcar la
diferencia, como se venía afirmando?
LA COMPETENCIA
Me
convertí en un agudo observador de mis colaboradores, de mis clientes, de mis
coachees, de mí mismo… Hasta que ya entrando en los 2000 y buscando respuestas
cada vez más concretas inicié mi propia investigación. Me dediqué durante un
par de años a conversar, testear y analizar a un gran número de directivos y
profesionales calificados como sobresalientes por sus empresas,
contrastándolos con otros de medio y bajo desempeño.
De
la búsqueda de diferencias y patrones comunes en los 3 grupos, observé lo que
ya parecía predecible. Los de mayor calificación, no necesariamente eran los
que más formación, experiencia y talento acumulaban. En
sentido contrario encontré claramente a quienes poseían estos diferenciales,
entre los de media o baja calificación.
Concluí
que, si bien todo es necesario, en realidad nada de ello resulta
determinante por si mismo, ni siquiera en conjunto, algo que he podido
validar mediante procesos de diagnóstico realizados a varios millares de
directivos y profesionales, durante cerca de 20 años desde entonces. Dicho de
otro modo: no siempre quienes poseen estos elementos de valor son los
que logran mejores resultados.
Esto
me llevó a confirmar que el talento como tal, no marca la
diferencia. Este se nos presenta como una mera oportunidad. Nos ofrece una
gran posibilidad, pero no es realmente definitivo. Expresé que es tan
sólo una capacidad natural que nos predispone a destacar en
determinadas actividades, áreas o campos de actuación, pero que en
realidad no sirve de nada si no lo ponemos en valor.
Entonces
¿cuál es la expresión visible del talento?, me pregunté. Sin duda, los
resultados. ¿Cómo calificamos a un profesional que sistemáticamente logra
resultados extraordinarios? Como competente o altamente competente.
Es
por tanto la competencia, el talento en acción, donde interesa
poner el foco, pues el talento “no es observable”, la competencia sí. El
talento es una “capacidad latente”; la competencia es una “capacidad en
movimiento”. El talento “posibilita”; la competencia “logra”.
Y
surgieron nuevas preguntas: ¿Cuántas personas habrá en las
organizaciones, que no logran poner en valor su talento? ¿Por qué? ¿Cuántas
personas podrían llegar a ser más competentes, que otras incluso más
talentosas? ¿Cómo?
Las
respuestas podrían abrir un amplio campo de acción desde un nuevo
paradigma.
DEL TALENTO A LA ALTA COMPETENCIA
De
todo ello sólo es posible considerar que existe un proceso ¾más
o menos consciente¾ que determina la puesta en valor del talento, llevándolo
hasta un nivel superior de competencia. Es lo único que explicaría que en
la práctica y a través de la investigación, no siempre se verifique la
correlación, presumible por aquel entonces, incluso ahora, entre formación,
experiencia práctica, talento y resultados. Es el proceso en sí mismo, lo que
para bien o para mal condiciona dicha relación, como así puede observarse
comparando a unos con otros.
Lo
definí entonces introduciendo el concepto “del talento a la alta competencia”,
comprendido como el modo de transformar el potencial en
resultados extraordinarios. Esto es lo que sin duda termina por diferenciar
los resultados que logran unas personas frente a otras. De igual modo podemos
aplicar el concepto “del talento individual a la alta competencia colectiva”,
considerando que es lo que realmente define el alcance de equipos y empresas.
¡El proceso es la clave! Y de nuevo preguntas: ¿Cómo desarrollarlo? ¿Qué
condicionantes intervienen? ¿Cómo determinan el alto valor que los más
competentes logran generar?
LA TEORÍA DE LA GENERACIÓN DE VALOR
La
investigación me llevó a publicar (Levante EMV, 2010), la teoría de la
generación de valor, que expresé del siguiente modo: “Sólo generamos valor
cuando liberamos, de lo que somos capaces de hacer; lo que sabemos hacer, lo
que podemos hacer, lo que queremos hacer y lo que nos comprometemos a hacer. La
pérdida de potencial sobreviene cuando lo que nos comprometemos a hacer y
hacemos —competencia—, está lejos de lo que somos capaces de hacer
—talento—”.
LOS CÍRCULOS DE LA COMPETENCIA
Esta
teoría facilita identificar, analizar y diagnosticar un gran
número de “factores competenciales o condicionantes” que deben manejarse
estratégicamente en 5 círculos, para facilitar el desarrollo de
cualquier perfil que se desee incorporar o potenciar, tan sólo formulándonos
preguntas en torno a ello.
- CÍRCULO
DEL POTENCIAL: Condicionantes naturales. Ser capaz de hacer
- CÍRCULO
DE LA CAPACITACIÓN: Condicionantes adquiridos. Saber hacer
- CÍRCULO
DE LOS RECURSOS: Condicionantes ejecutivos. Poder hacer
- CÍRCULO
DE LA MOTIVACIÓN: Condicionantes emocionales. Querer hacer
- CÍRCULO
DEL COMPROMISO: Condicionantes racionales. Comprometerse a hacer
El
nivel de competencia ¾ definido gráficamente en la intersección¾ es
representado por la dimensión resultante de poner en valor los 5 círculos.
Cuanto más se desarrollan estas dimensiones, más crece el nivel de competencia
en relación al potencial.
Aspectos
como la frustración, desmotivación, incapacidad o desconfianza, se explican
desde la ausencia de alguno o varios de ellos en la intersección, lo que
sugiere un proceso de actuación estratégica sólidamente fundamentada y
tremendamente eficaz en la práctica.
La
Teoría de la Generación de Valor, se alinea en gran medida con la Teoría de las
10.000 horas de Ericson (1990), y con las también formuladas por Malcolm
Gladwell (Outliers, 2008) y Ken Robinson (El Elemento, 2009).
La
maestría o alta competencia requiere un nivel razonable de talento ¾círculo del
potencial¾ y formación, habilidades y destrezas ¾círculo de la capacitación¾
desarrolladas a través de la experiencia y la práctica en aquello que más te
gusta hacer. 10.000 horas, efectivamente es lo que el cerebro precisa para
asimilar y desarrollar todo ello, tal y como expresa Daniel Levitin (Tu cerebro
y la música, 2006), pero esto sólo explicaría el 12% de nuestro rendimiento,
según un estudio realizado por autores de diversas universidades, entre ellas
Princeton y Rice University.
Hay
algo más en el camino hacia la alta competencia que, quizá por parecer obvio,
suele ser obviado en los procesos de desarrollo: ¿Acaso los Beatles habrían
llegado tan alto, sin un manager que potenciara los recursos necesarios para
poner en valor su talento a gran escala? ¿Acaso Rafael Nadal se habría
convertido en leyenda, sin un nivel de motivación y compromiso ejemplar?
Mucho
talento se pierde en las organizaciones, no por falta de talento o
capacitación, sino por falta de medios o de optimización de los que ya se
tienen (círculo de los recursos), por climas desilusionantes o líderes
desmotivantes (círculo de la motivación), o por propuestas de valor poco
atractivas (círculo del compromiso), entre otros factores.
Las
mejores empresas, saben poner en valor los 5 ingredientes en su conjunto, para
hacer de ellas auténticos equipos de personas altamente comprometidas,
competentes y felices, tal y como señalé poco después en “El gran Equipo”, LID
Editorial (2011).
EL DIAGNÓSTICO DE TALENTO Y COMPETENCIA Y EL PLAN DE
DESARROLLO ESTRATÉGICO
De
la teoría de la generación de valor y círculos de la competencia, nace como
herramienta el diagnóstico del talento y la competencia, que
aplicado a las organizaciones facilita los procesos de atracción, selección, integración (on
boarding), desarrollo y proyección, permitiendo a
la función de RRHH llevar a las personas y a sus empresas hasta un nivel
superior.
Una
reciente investigación realizada a través del programa Growth Talent de
la ETSIAMN Universidad Politécnica de Valencia, España (2018), confirma una vez
más la fiabilidad y validez de la
metodología, con indicadores de mejora que superan ampliamente
a otras formas de evaluación, selección y desarrollo aplicadas por las empresas
participantes, en aspectos como:
- Integración
en la empresa
- Motivación
y compromiso
- Talento y
competencia
- Aprendizaje
y autonomía
- Desempeño
y resultados
- Empleabilidad
y proyección
- Salud y
felicidad
CONCLUSIÓN
Después
de toda esta experiencia que recojo en el libro “Growth Management” que
próximamente verá la luz, aplicada fundamentalmente en Europa y América en
colaboración con líderes, consultores y coaches entrenados para ello, podemos
concluir que no es tanto el talento, como el modo y el sentido con el
que lo ponemos en valor a través de capacitación, recursos, motivación y
compromiso, lo que marca la diferencia, lo cual permite llevar a un
nivel superior el diagnóstico y desarrollo de personas y equipos, en las
organizaciones.
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