La teoría del recurso restringido permite analizar la rentabilidad que ofrece un producto o servicio, tendiendo en cuenta los recursos que utiliza.
La rentabilidad es el norte obligado de los negocios. Si no hay rentabilidad no hay futuro, el menos en los negocios con ánimos de lucro.
La rentabilidad puede expresarse de múltiples maneras. La expresión porcentual de la utilidad operativa sobre las ventas es apenas una aproximación al tema, que de hecho se queda corta, pues deja por fuera el peso de la inversión vinculada, denominador sin el cual cualquier expresión de rentabilidad es lo suficientemente pobre como para descartarla. Un indicador saludable de rentabilidad expresará el porcentaje de la utilidad operacional sobre la inversión, incluyendo en ella el capital de trabajo.
No solo es preciso estimar la rentabilidad esperada por referencia, sino que hay que calcular el aporte que hacen clientes, sectores, regiones o canales de distribución.
La estrategia indicada es ofrecer productos que aporten una contribución marginal significativa, la cual se define como el ingreso por venta menos los costos variables. La suma de las contribuciones de los productos en el período, debe superar los gastos fijos y producir una utilidad aceptable.
La rentabilidad debe maximizarse tendiendo en cuenta la restricción principal del negocio. Esta es la razón por la cual los almacenes de cadena analizan la contribución de un producto por Mt2 de superficie ocupada. De manera equivalente, los fabricantes de piezas plásticas o metálicas deberán buscar el margen por máquina-hora y las instituciones de salud deberían maximizar el margen por hora de sus quirófanos, dado que éstos representan inversiones elevadas que no se pueden ampliar fácilmente. En este último caso, es preferible hacer amigdalectomías con un margen de $ 200.000, las cuales ocupan media hora de quirófano, que liposucciones con un margen de $ 1 millón, que toman tres horas. Lo anterior, claro está, si el mercado permite moverse entre las dos opciones.
También podría mejorarse el resultado si se logran reducciones en el tiempo de utilización o en los tiempos muertos del recurso (el quirófano en el ejemplo citado). Y de nada servirá reducir el tiempo de preparación del paciente, desde el punto de vista de la rentabilidad mensual, así el costo total de esa actividad se disminuya.
En consecuencia, tanto la contribución marginal obtenida con base en los costos, como la teoría de las restricciones de Goldratt (o troughput como él lo denomina) apuntan a lo mismo: como mejorar la rentabilidad final. No basta con disminuir el costo unitario, lo cual aporta solo una visión parcial de la respuesta correcta.
FERNAN PIEDRAHITA U.
La rentabilidad es el norte obligado de los negocios. Si no hay rentabilidad no hay futuro, el menos en los negocios con ánimos de lucro.
La rentabilidad puede expresarse de múltiples maneras. La expresión porcentual de la utilidad operativa sobre las ventas es apenas una aproximación al tema, que de hecho se queda corta, pues deja por fuera el peso de la inversión vinculada, denominador sin el cual cualquier expresión de rentabilidad es lo suficientemente pobre como para descartarla. Un indicador saludable de rentabilidad expresará el porcentaje de la utilidad operacional sobre la inversión, incluyendo en ella el capital de trabajo.
No solo es preciso estimar la rentabilidad esperada por referencia, sino que hay que calcular el aporte que hacen clientes, sectores, regiones o canales de distribución.
La estrategia indicada es ofrecer productos que aporten una contribución marginal significativa, la cual se define como el ingreso por venta menos los costos variables. La suma de las contribuciones de los productos en el período, debe superar los gastos fijos y producir una utilidad aceptable.
La rentabilidad debe maximizarse tendiendo en cuenta la restricción principal del negocio. Esta es la razón por la cual los almacenes de cadena analizan la contribución de un producto por Mt2 de superficie ocupada. De manera equivalente, los fabricantes de piezas plásticas o metálicas deberán buscar el margen por máquina-hora y las instituciones de salud deberían maximizar el margen por hora de sus quirófanos, dado que éstos representan inversiones elevadas que no se pueden ampliar fácilmente. En este último caso, es preferible hacer amigdalectomías con un margen de $ 200.000, las cuales ocupan media hora de quirófano, que liposucciones con un margen de $ 1 millón, que toman tres horas. Lo anterior, claro está, si el mercado permite moverse entre las dos opciones.
También podría mejorarse el resultado si se logran reducciones en el tiempo de utilización o en los tiempos muertos del recurso (el quirófano en el ejemplo citado). Y de nada servirá reducir el tiempo de preparación del paciente, desde el punto de vista de la rentabilidad mensual, así el costo total de esa actividad se disminuya.
En consecuencia, tanto la contribución marginal obtenida con base en los costos, como la teoría de las restricciones de Goldratt (o troughput como él lo denomina) apuntan a lo mismo: como mejorar la rentabilidad final. No basta con disminuir el costo unitario, lo cual aporta solo una visión parcial de la respuesta correcta.
FERNAN PIEDRAHITA U.
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