viernes, 5 de agosto de 2011

¿POR QUÉ ABRIÓ ESA PUERTA?

“Cuenta una historia que un Judío trabajaba en una planta empacadora de carne en Noruega. Un día terminando su horario de trabajo, fue a uno de los refrigeradores para inspeccionar algo; se cerró la puerta con el seguro y se quedó atrapado dentro del refrigerador. Golpeó fuertemente la puerta y empezó a gritar, pero nadie lo escuchaba. La mayoría de los trabajadores se habían ido a sus casas, y era casi imposible escucharlo por el grosor que tenía esa puerta.


Llevaba cinco horas en el refrigerador y ya se encontraba pensando que su única opción iba a ser la muerte por congelamiento.
De repente se abrió la puerta. El guardia de seguridad entro y lo rescató. Cuando el evento se conoció en la Empresa, la mañana siguiente, le preguntaron al guardia ¿a qué se debe que se le ocurrió abrir ésa puerta si no es parte de su rutina de trabajo?
Él explicó: llevo trabajando en ésta empresa 35 años; cientos de trabajadores entran a la planta cada día, pero él es el único que me saluda en la mañana y se despide de mí en las tardes. El resto de los trabajadores me tratan como si fuera invisible.


Ayer, en la mañana, él me dijo " hola " a la entrada a trabajar, pero en la noche, nunca escuché - "hasta mañana" - Yo espero por ese hola, buenos días, y ése chao o hasta mañana - cada día, de parte de él. Sabiendo que no era usual que se quedara en la planta y que cuando yo concluí mi turno él todavía no se había despedido de mí, pensé que algo le debía haber pasado y que debía estar en algún lugar del edificio, por lo que lo busqué y lo encontré”.


Amigas y Amigos. ¿Cuántos de nosotros le ponemos el vestido invisible a las personas que nos rodean, día a día, y pasamos por encima de ellas, sin siquiera regalarles un buenos días o un buenas noches?

Sírvanos esta historia como un referente de análisis y compromiso. Tomémonos el segundo de tiempo que implica decir ¡Buenos días! - ¡Buenas Noches! a todos aquellos que de una u otra manera nos sirven.