sábado, 21 de abril de 2018

El Triángulo dramático. Stephen Karpman



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 A.D. | 15/01/2018 
Salvador, víctima y perseguidor: el triángulo dramático de las empresas”.
Fue el psicólogo Stephen Karpman quien observó 3 tipos de roles que enturbian las relaciones interpersonales en las distintas organizaciones: el de salvador, el de víctima y el de perseguidor. Cuando éstos se imponen en una organización acaban por intoxicarla.

Lo mejor es negarse a entrar en el juego desde el principio, pero no siempre sabemos detectar nuestros propios impulsos ni los de los compañeros. El psicólogo Stephen Karpman identificó 3 estados del yo que afectaban a las relaciones interpersonales en todos los ámbitos, también en el empresarial. Se trata de las personas que ejercen el rol de salvador, el de víctima y el de perseguidor, papeles que asumimos muchas veces sin darnos cuenta porque, en el fondo, son estrategias equivocadas para ganar afectos o sobrevivir en una organización. Para representarlo, el psicólogo recurre a un triángulo cuyos vértices ocupan los distintos roles. Si se habla de triángulo dramático es, no sólo porque son actitudes que tienden a enquistarse, sino también porque se corre el riesgo de traspaso de una persona a otra cayendo así en un círculo vicioso de carácter casi patológico.
Cómo identificarlos
El salvador es aquella persona que se impone la obligación de resolver problemas ajenos. Suelen ser personas que ofrecen su ayuda amablemente, pero en lugar de enseñar a resolver un problema, lo solucionan ellos directamente sin necesidad aparente de que el mérito trascienda en las altas esferas. Cuando ve que le sobrepasan las ayudas, suele lamentarse de sobrecarga de trabajo y del escaso agradecimiento de los compañeros.
La víctima sería una persona que acepta una responsabilidad sabiendo que no está preparada para ello. Antes que asumir y reconocer su déficit, prefiere que otro-el salvador- le resuelva el problema. Al principio se muestran agradecidos, pero a la larga desarrollan un sentimiento de inferioridad y baja autoestima que se vuelve contra los demás.
El perseguidor es aquel que parece quedarse fuera de juego pero, sin embargo, lo observa y juzga todo. Tonto el salvador, que le hace el trabajo a la víctima, cara dura esta, que se atribuye logros inmerecidos, y él que está ahí para desenmascarar a todos y poner las cosas en su sitio.
El círculo vicioso
Los tres roles mencionados resultan perniciosos por subyacer en ellos distintas formas de manipulación, pero también porque no son inamovibles sino que suelen tornarse intercambiables cuando se impone algún cambio en la organización. Pongamos por caso que el salvador se ausenta, por el motivo que sea, una temporada del trabajo. En este supuesto el perseguidor puede optar por mantenerse en su papel o asumir el del salvador inicial quien, ahora resentido por tanto reproche previo y el aislamiento actual, pasa a desempeñar el papel más agresivo de salvador. Así es como los que entran en el juego acaban atrapados en él, porque entran en un tipo de relaciones codependientes que terminan por generar conflictos en la empresa.
Cómo salir del juego
“Como las personas cuando interpretan en su vida cualquiera de estos tres papeles del Triángulo Dramático sufren un gran desgaste emocional en las relaciones interpersonales y se sienten mal, lo habitual es que traten de cambiar de papel en la situación que les genera sufrimiento”, puede leerse en un artículo de Fernando Alberca en Cuida tu salud emocional, donde se trata este tema con mayor detenimiento.
El referido artículo recoge 3 vías para corregir y desprenderse de este tipo de actitudes:
De salvador a ayudador empático: Conservar la capacidad de ayudar, pero enseñando para que cada cual resuelva sus propios problemas. Para ello hay que aprender a decir no y establecer límites, para no asumir demasiadas cargas ajenas.
De víctima a responsable: Si necesitamos ayuda, lo inteligente es pedirla, pero nunca desentenderse del aprendizaje ni de la búsqueda autónoma de soluciones. Es decir, adoptar una actitud activa y, si la ayuda pedida no llega, arriesgarse a arbitrar una solución, aunque sea equivocada.
De perseguidor a asertivo: Una persona asertiva respeta el derecho del otro a tomar sus propias decisiones, pero también defiende su propio derecho a poner límites. Conviene, además, aprender a decir lo que se piensa sin herir y procurar resolver los conflictos por la vía del diálogo y la negociación.



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