sábado, 17 de marzo de 2018

En busca de las creencias limitadoras



Escuela Española de Desarrollo Transpersonal
Cultura Transpersonal
En busca de las creencias limitadoras

Un camino de escucha liberador
Las horas de sol disminuyen y parece que el verano toca a su fin. Atrás quedan las imágenes de un periodo estival que ha permitido, en el mejor de los casos, desconectar de la rutina de todo un año. El contacto con la naturaleza, el sol, el agua, el encuentro con familiares y amigos han permitido cargar las pilas para entrar renovados y dispuestos en el ciclo otoñal.

¿Renovados y dispuestos?
¿Quién no ha mantenido durante estos días, transcurridos en un entorno relajante, un diálogo consigo mismo donde una voz interna hace balance, ya no sólo del año si no de la vida? ¿Quién no se ha permitido soñarse en otro trabajo, en otra casa, en otro negocio, con otra pareja o mejorando y optimizando todo lo que ha conseguido hasta ahora? ¿Quién no se ha visualizado más pleno y feliz en otras circunstancias?
Esa experiencia por un lado nos revela aquellos aspectos con potencial de ser mejorados, y a la par nuestro cuerpo se dota de una fuerza indiscutible que sin duda hará realidad la determinación de tomar las riendas de nuestra vida y conducirla de manera diferente en cuanto regresemos al hogar.
A veces sucede que esta experiencia se desvanece a nada que cambiamos el paisaje y nos vemos sumergidos de nuevo en el día a día. ¿Dónde quedó aquel propósito? ¿Dónde fue a parar aquella fuerza que el cuerpo reconoció? Puede que incluso nos embargue lo que la medicina conviene en llamar “depresión postvacacional“. Pareciera que ni el descanso, ni el cambio de rutina, ni la necesaria vitamina D, proporcionada por el sol que refuerza el sistema inmunológico, entre otras cosas, fueran suficientes para sostener en el tiempo esa determinación de cambio que anhelamos en lo más profundo de nosotros.
Esas voces
El ser humano es capaz de encontrar excusas para casi todo. Basta con que uno no esté muy atento para que empiecen a desplegarse una vez más los recursos engañosos que ya hemos utilizado en veranos anteriores y que nos han dado los mismos resultados ineficaces. El obstáculo para que yo no pueda alcanzar mis anhelos siempre aguardará fuera: “todo es muy difícil, no me dejan hacer, no me entienden, todo está en mi contra, no le importo a nadie, el esfuerzo no va a servir para nada, esto es imposible, yo no valgo, estoy solo…”
Esta retahíla de frases que se lanzan de manera automática para reforzar la propia incapacidad de poder cambiar un átomo nuestras vidas forma parte de una máscara sutil que se ha ido consolidando desde tiempos inmemoriales, antes de nuestra propia existencia. Por duro que resulte para nuestro ego, no somos los autores de este monólogo en la mayoría de los casos. Repetimos viejas oraciones que vienen a nuestra mente para lanzarlas al Universo en cuanto nos vemos ante la tesitura de afrontar cambios, sean éstos pequeños o grandes, con el único fin de protegernos de la frustración, del miedo o de la pérdida.
Podría decirse que son “conjuros” con cierto poder sobre nosotros, ya que una vez pronunciados nos dejan sin fuerza, sin esperanza, sin alternativa. Renuncia y resignación vienen a ocupar nuestro cuerpo y toda nuestra parálisis queda ya justificada hasta el siguiente movimiento de nuestra alma que implora una vez más salir de esta inconsciente quietud. Y digo inconsciente porque a poco que observemos qué subyace detrás de estas frases podremos tirar del hilo que las sustenta.
En busca de las raíces
Hay circunstancias externas que a veces oponen resistencias a nuestros deseos de cambio, pero esto no quiere decir que haya que renunciar sin más. Estos obstáculos nos invitan a generar nuevos recursos. Dotarnos de una gran confianza, abrir nuevas vías de creatividad, ampliar el circulo de relaciones afines a nuestros proyectos y convertirnos en buscadores incansables de propósitos sería un buen punto de partida.
Pero antes de afrontar los obstáculos objetivos, debemos observar las propias circunstancias internas que son las verdaderas barreras que sabotean nuestros intentos de cambio. Estas voces nos sumergen en un estado de lamentación y victimismo, y nos llevan en un camino circular de vuelta a la frustrante casilla de salida.
Todo comienza por ser unos buenos escuchadores de nosotros mismos. Tan pronto arrojamos una de estas frases paralizantes y saboteadoras, hay que desvelar qué creencia las sustenta. Debemos preguntarnos qué nos hacen sentir esas palabras, desde cuándo las utilizamos, de qué nos protegen, a qué personas de referencia para nosotros se las hemos escuchado antes…
Esta nueva vía de dialogo para con uno mismo abre un camino de comprensión más auténtico y enriquecedor. Observar estas creencias nos lleva a un nuevo foco de atención que poco a poco nos muestra una luz diferente. Curiosamente la escucha interna no tiene como destino la mente, si no que se va desplazando sutilmente hacia el centro de nuestro corazón.
En este espacio amplio y a veces desconocido el tiempo tiende a ralentizarse, ya que empezamos a entrar en contacto con emociones sentidas. El cuerpo es nuestro generoso aliado y el primero en responder al cambio de foco de nuestra atención, ofreciendo toda la memoria celular que atesora, tanto la vivida como la heredada.
Recuerdos de la infancia, momentos de frustración vividos en nuestro entorno familiar y situaciones contractivas empezarán a acudir a nuestra experiencia. La información está ahí, sólo es necesario hacer las preguntas adecuadas. Puede que incluso se trate de experiencias vicarias: hemos podido sentir la limitación de nuestros padres, su miedo hacia la vida, una bancarrota del abuelo, el dolor de una pérdida inesperada de un familiar…, tal como si nos hubiera sucedido a nosotros mismos.
Una nueva comprensión
Un hilo invisible de lealtad hacia nuestro sistema de origen alberga creencias inamovibles que se graban en el inconsciente como inscripciones en piedra. Si ellos no pudieron, nosotros tampoco; si ellos no fueron felices, nosotros tampoco lo seremos.
Si estas experiencias han sido vividas y gestionadas de manera traumática, sin darles una vía de comprensión más amplia, y se han quedado sumergidas en el miedo, he aquí el hilo del que tirar para desenredar la madeja de esas creencias limitadoras. Podemos entender que esta lealtad surge de un amor inconsciente: somos y formamos parte del clan, y experimentar otro sentimiento sería una forma de alejarse de los nuestros.
Muchas veces nos entregamos a la queja permanente por aquello que no hemos podido conseguir o hacer, y arremetemos contra nuestra familia con reproches por no habernos facilitado una vida mejor. Si observamos esta limitación-queja, nos damos cuenta de que debajo de este discurso lo que suena en realidad es nuestro propio miedo a la vida.
En esta observación no hay biografía mejor o peor. Las circunstancias y hechos son los que han tenido que ser. Mirarlos con aceptación y sin huida nos otorga una fuerza genuina que se instala en nosotros para no irse ya. Abrazar el miedo, la frustración y la pérdida nos abre un nuevo camino de conciencia, más auténtico y real. Recogemos la experiencia familiar en el punto donde ellos acertaron a dejarla y nosotros damos el relevo con Amor para seguir ofreciéndosela a la Vida.
Revisar un modelo de creencias asumidas y ver en qué pilares se sustenta realmente nos ayuda a emprender un camino con mayor libertad y libre de ataduras. Nos permite vivir más centrados para poder hacer uso de los infinitos recursos que poseemos. Nos ayuda a estar más en conexión con la creatividad. Nos permite soñar sin culpas y atrevernos a hacer por el simple deseo de experimentar y aprender. Nos permite el mejor manejo de la frustración, ya que siempre queda energía y fuerza para superar las dificultades.
El camino es sencillo. Todo empieza por una buena escucha interna. Lo demás se va desplegando de manera inteligente para mostrar aquello que en verdad necesitamos ver.
La Vida siempre está en disposición de dar. ¿Estamos preparados para tomar lo que tiene para nosotros?
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