“Cada individuo, cada grupo, posee su propio sistema de creencias, distinto del de los demás y por tanto considera a los demás según su propia medida, aunque todo sea relativo. De allí que las formas de pensar y de comportarse de uno no son soportables por el otro. Y esto no se limita a los adversarios; la gente con la que se vive, a la que se dice amar, sufren el mismo tratamiento.
¿Te has dado cuenta como muy a menudo, en el mundo laboral, tú y la gente que te rodea están dispuestas a criticar los errores y debilidades de colegas, jefes o “inferiores”? Igualmente ¿cómo en la esfera familiar, los hijos oponen sus convicciones a las de sus padres, los que a su vez critican con aspereza a «la juventud»?
«Yo» pienso siempre que tengo razón por¬que me comporto según mi propio estado y mis propios valores. Si «tú» ves las cosas de forma diferente, esto es una ofensa para mí, porque «yo» veo las cosas y actúo de la manera correcta, y esto merece reconocimien¬to e incluso admiración. De allí que el ser humano soporta mal que el otro no se comporte según sus propios criterios. Cada Uno se siente amenazado por las normas de los demás y, al sentirse amenazado, recurre a la crítica como la mejor arma de defensa. Uno y otro, por turno, al criticar creen que “ganan”.
La llama de la crítica consume el cuerpo y el alma, inhibien¬do todo impulso de benevolencia, de mansedumbre y de indulgencia. Quien juzga, ejerce una influencia sobre su entorno, y raramente para el bien. Las personas sometidas a la crí¬tica ocultarán lo que tienen de gentile¬za y afabilidad, para mostrarse agresi¬vos, suministrando así a quien les crí-tica la justificación de sus reproches. ¡Qué pobreza y qué tristeza resultan de tal comportamiento! Quien la culti¬va denigra la realidad, imponiéndole el reflejo de su propia pequeñez. La crítica no sólo impide la apertura a nuevos conceptos, sino que también asfixia todo germen de construcción. Quien critica, mantiene la situación que le desagrada. La crítica paraliza todo. Cuando una persona se toma en serio una crítica «positiva» y trata de cambiar, la mayor parte del tiempo este cambio está sometido a la opinión de la crítica. Es muy raro que la crítica contemple la liberación de un poten¬cial latente. Así, son numerosos los que viven según los valores de los demás, por miedo a la crítica, bloque-ando su propio desarrollo.
Si nos examinamos, comproba¬mos que miramos a los demás, y a lo que nos rodea, como a través crista¬les tintados por nuestro propio comportamiento, en el que se manifiestan nues¬tro carácter, el estado de nuestra san¬gre y de nuestra conciencia. Y dichos cristales NO son cristales rosas ni transparentes”. ¿Entonces…?
¿Te has dado cuenta como muy a menudo, en el mundo laboral, tú y la gente que te rodea están dispuestas a criticar los errores y debilidades de colegas, jefes o “inferiores”? Igualmente ¿cómo en la esfera familiar, los hijos oponen sus convicciones a las de sus padres, los que a su vez critican con aspereza a «la juventud»?
«Yo» pienso siempre que tengo razón por¬que me comporto según mi propio estado y mis propios valores. Si «tú» ves las cosas de forma diferente, esto es una ofensa para mí, porque «yo» veo las cosas y actúo de la manera correcta, y esto merece reconocimien¬to e incluso admiración. De allí que el ser humano soporta mal que el otro no se comporte según sus propios criterios. Cada Uno se siente amenazado por las normas de los demás y, al sentirse amenazado, recurre a la crítica como la mejor arma de defensa. Uno y otro, por turno, al criticar creen que “ganan”.
La llama de la crítica consume el cuerpo y el alma, inhibien¬do todo impulso de benevolencia, de mansedumbre y de indulgencia. Quien juzga, ejerce una influencia sobre su entorno, y raramente para el bien. Las personas sometidas a la crí¬tica ocultarán lo que tienen de gentile¬za y afabilidad, para mostrarse agresi¬vos, suministrando así a quien les crí-tica la justificación de sus reproches. ¡Qué pobreza y qué tristeza resultan de tal comportamiento! Quien la culti¬va denigra la realidad, imponiéndole el reflejo de su propia pequeñez. La crítica no sólo impide la apertura a nuevos conceptos, sino que también asfixia todo germen de construcción. Quien critica, mantiene la situación que le desagrada. La crítica paraliza todo. Cuando una persona se toma en serio una crítica «positiva» y trata de cambiar, la mayor parte del tiempo este cambio está sometido a la opinión de la crítica. Es muy raro que la crítica contemple la liberación de un poten¬cial latente. Así, son numerosos los que viven según los valores de los demás, por miedo a la crítica, bloque-ando su propio desarrollo.
Si nos examinamos, comproba¬mos que miramos a los demás, y a lo que nos rodea, como a través crista¬les tintados por nuestro propio comportamiento, en el que se manifiestan nues¬tro carácter, el estado de nuestra san¬gre y de nuestra conciencia. Y dichos cristales NO son cristales rosas ni transparentes”. ¿Entonces…?