Termina un largo día, húmedo y fatigoso, en Disneyworld; un autobús cargado de niños con sus padres inicia el trayecto de veinte minutos para regresar al hotel. Los niños están sobreestimulados y caprichosos. También los padres. Todo el mundo se muestra quejoso.
Es un viaje infernal.
De pronto, entre las voces quejosas de padres y niños, se alza un gorjeo fino y persistente: el conductor del autobús ha comenzado a cantar 'Bajo el mar', de la película 'LA SIRENITA'. Todo el mundo comienza a aquietarse para escuchar. Por fin una niñita agrega su voz ; después, varios niños más. Cuando llegan al destino todo el mundo está cantando 'El Círculo de la Vida', de 'EL REY LEÓN'. EL viaje infernal se ha convertido en la culminación placentera y musical de un día pleno.
EL conductor del autobús sabía cómo actuar. De hecho, los choferes cantantes son parte de una estrategia intencional para mantener tranquilos a los clientes. Aún rememoro con placer que en los años cincuenta, cuando visité Disneylandia siendo niño, el conductor de un autobús Mickey Mouse rompió a cantar el tema del programa televisivo, por entonces popular; sigue siendo mi recuerdo más vívido de ese viaje.
Esa estrategia aprovecha hábilmente el contagio emocional. Cada uno es parte del equipo emocional de los otros, para bien o para mal; estamos siempre activándonos mutuamente distintos estados emocionales. Este hecho ofrece un potente argumento contra la expresión desinhibida de sentimientos tóxicos en el ambiente de trabajo: envenenan el pozo. Por el lado bueno, los sentimientos positivos que nos inspira una empresa se basan, en gran medida, en lo que nos haga sentir la gente que representa a esa organización.
Daniel Goleman