LOS TRES ÓRDENES DEL AMOR PARA
QUE PROSPERE TU RELACIÓN DE PAREJA
Escuela Española de Desarrollo
Transpersonal
Francisco Javier Gutiérrez. Terapeuta Transpersonal / Especialista en Terapia
Transpersonal de Pareja
Los 3 Órdenes del Amor que
Bert Hellinger observó en la terapia con Constelaciones Familiares, están
presentes en todos los ámbitos de nuestra vida; desde el trabajo hasta la
comunidad de vecinos en la que vivimos. El hecho de tener en cuenta estos
órdenes en nuestra relación de pareja,
facilita que nuestros vínculos prosperen y fluyan en el amor.
Para mí es más fácil comprender las relaciones
cuando las observo dentro de un sistema. Por ejemplo, el laberinto humano del
metro de Madrid es un sistema con orden propio dentro de ese aparente caos.
Cada mañana me subo a la Línea 1 que recorre
Madrid de norte a sur a lo largo de 33 estaciones. Me gusta observar cómo los
pasajeros buscan ocupar ese lugar que les corresponde, no solo dentro del
vagón, sino también dentro de la red de estaciones.
De este modo el río de la vida de la Línea 1
fluye con toda su fuerza y potencial.
¿Por qué fluye?
Porque sigue un orden, un camino… Como el cauce
de un río: si se obtura el agua, ésta se estanca y la vida se detiene.
Los Órdenes del Amor son como el
cauce del río: son necesarios para que la vida fluya hacia
cada una de sus estaciones de destino, del mismo modo que lo es el cauce para
que el agua fluya hacia el mar.
En el plano de la pareja también existe un
orden que, cuando es tenido en cuenta, convierte la relación en un camino de
crecimiento sinérgico. El orden es, en realidad, imprescindible para que el
amor fluya.
Yo tenía la creencia que el amor era el único
fundamento de una pareja feliz y duradera. Pero luego la experiencia me enseñó
que el amor no era suficiente para llegar a mi destino. Necesitaba un orden.
¿Existe un plano de metro para moverse en el
amor?
Los tres órdenes del amor en la pareja son: igualdad, equilibrio y respeto a los padres.
El orden de la igualdad.
Dentro de los órdenes de la pareja, creo que el orden de la igualdad es
el único que no necesité aprender, ya que este orden hace referencia al hecho
de que ambos miembros tienen los mismos derechos y condición.
El orden de la igualdad fue
el que rigió mi primera relación larga, cuando creía que mantener ese orden era
suficiente para alcanzar la plenitud en la relación.
Sin embargo, el dolor y el conflicto nos
ayudaron a ambos a mirar la falta de reciprocidad que había entre nosotros a la
hora de dar y recibir. Fue cuando decidimos pedir ayuda.
El orden del equilibrio. Una condición
básica e importante en una buena relación es el
equilibrio entre el dar y el recibir. Cuando un
miembro de la pareja da algo bueno al otro, esto genera una tensión o
desequilibrio que crea en el otro la necesidad de compensar lo recibido. De
este modo, cuando quien ha recibido da también algo bueno, siguiendo la
necesidad de devolver o corresponder en lo recibido, la cadena del dar y del
recibir sigue viva.
Y
si uno da un poco más de lo que recibió, entonces se crea una nueva oportunidad
del otro para dar. De esta manera se logra un
buen intercambio en la relación.
Paradójicamente, esta tensión es
la que posibilita que haya un equilibrio entre el dar y el tomar. Es así como
los miembros de la pareja se ven inmersos en un “bucle virtuoso” por el que en
ocasiones reciben, y en ocasiones dan.
El desequilibro que había en mi relación
amorosa lo descubrí en mi primera terapia de pareja. Allí nos hablaron de “las
pelusas y los espinos” que continuamente intercambiamos en las relaciones
afectivas. En la terapia aprendí a ser consciente de las pelusas y los espinos
que daba y recibía en mi relación.
Este segundo orden no solo consiste en el
intercambio positivo que nutre ambos miembros, sino también en el intercambio
negativo.
¿Qué ocurre cuando el intercambio
es negativo?
Esta anécdota de Joan Garriga es bastante
clarificadora:
“En
un taller que impartí en Caracas salió una pareja a trabajar. Ella estaba
pletórica y él, con cara de culpabilidad y el rabo entre las piernas, como
asustado. Pregunté, como siempre, cuál era el tema. Y ella dijo con un gesto
casi triunfal:
-Él
me ha sido infiel.
Es
curioso, pero lo decía como si fuera una victoria en lugar de un hecho triste.
Se la veía crecida, y a él empequeñecido. Entonces le pregunté:
–
¿Has pensado como vas a vengarte?
Y
la mujer me miró extrañada, como si la venganza fuera algo muy por debajo de su
nivel.
-Sí,
¿cómo vas a vengarte para ponerte a su altura? – le dije.
Joan
Garriga – El buen amor en la pareja
El orden del equilibrio establece que cuando
uno de los dos se ha sentido herido por el otro, el ofendido tratará de
devolver el daño emocional recibido.
Alguien sabio dijo que, para condenar a
alguien, primero necesitamos cometer sus faltas.
Bert Hellinger defiende que cuando se produce
un intercambio negativo dentro de la pareja, es decir, cuando uno de los dos
daña al otro, el que ha sido dañado debe compensarlo vengándose con amor.
Vengarse con amor significa devolver los
espinos, pero en una cantidad suficientemente menor.
Del mismo modo, hay que dar más pelusas que las
que uno recibe para que los engranajes del amor sigan funcionando y
expandiéndose.
Cuanto mayor sea la transacción,
mayor será la felicidad.
Si queremos experimentar la libertad y el goce
de contribuir a la felicidad de nuestra pareja, convendrá que demos más de lo
que tomamos; siempre y cuando lo hagamos desde el corazón, en lugar de hacerlo
desde creencias y programas tales como “yo no me lo merezco”.
No olvidemos, asimismo, que será importante que uno dé en la medida que el otro sea capaz de
devolver lo mismo (o incluso un poco más).
Cuando uno da más de lo que el otro está
dispuesto a devolver (o puede devolver), la relación de pareja se puede
asfixiar. En realidad, si no aceptamos humildemente lo que el otro puede dar; o
bien si damos constantemente más que el otro, de alguna forma nos estamos
colocando respecto a nuestra pareja en una posición de superioridad, haciendo
que el otro nos deba continuamente.
Al día de hoy me reconozco como un gran
receptor de pelusas, pero hace unos cuantos años no me daba cuenta de eso. Me
gustaba recibirlas, pero me las guardaba para mí. Me comportaba como un niño
que recibe amor, sin necesitar devolverlo.
Mi patrón era el siguiente: No pedía amor,
aunque deseaba recibirlo; pero tampoco devolvía las pelusas que me daban. Ahora
bien, cuando el otro me las reclamaba, me sentía agredido y entonces devolvía
las pelusas convertidas en espinos.
¿Por qué hacía esto?
Porque aún no había integrado en mí el tercer
orden del amor en una relación de pareja.
El orden del respeto
hacia los padres. El tercer orden implica que, para abrirse
a la relación de pareja, las mujeres tienen que haber aprendido a respetar a su
madre y los hombres a su padre.
Si comparamos este orden con los de igualdad y
equilibrio, puede parecer un orden menos importante, pero no respetarlo puede
traer consecuencias negativas para la pareja.
Sucede que si las mujeres enjuician a sus
madres, tampoco podrán respetar a los hombres; lo mismo sucede con los hombres:
si no honran al padre, no podrán respetar a las demás mujeres.
“Seguiremos
besándonos en el hijo profundo,
Besándonos
tú y yo se besan nuestros muertos,
Se
besan los primeros pobladores del mundo”
Miguel
Hernández
El orden del respeto hacia los padres ha sido
el que más he ignorado, sin darme cuenta de que lo hacía. Hoy puedo decir que
honrando a mis padres no solo he conseguido recolocar mis relaciones de pareja,
sino toda mi existencia.
No me daba cuenta de que la dependencia materna
no me dejaba mirar a la vida de frente. Pensaba que haber abandonado el hogar
de mis padres me habilitaba para ser el responsable de mi vida. Pero la lealtad
del niño hacia su madre se mantuvo durante muchos años después.
Dice Joan Garriga que un hombre
se hace hombre a través de los hombres, participando
de su atmósfera y recibiendo la transmisión de lo Masculino. No se hace hombre
a través de las mujeres, ya que si es así el hombre se sentirá flojo y
debilitado.
A veces, el hijo, en vez de abrazar el mundo
del padre y de los hombres de la familia, se coloca cerca de la madre, o
incluso se siente un hijo especial o más importante que el padre para la madre.
Otras veces la madre no logra darle el primer lugar al padre y se coloca afectivamente
muy cerca del hijo.
¿Qué puede hacer el hijo en este caso? Es bueno
para el hijo volverse al padre e, internamente, decirle:
“Ahora
me pongo a tu lado, y al lado de todos los hombres de la familia, en su
atmósfera. Ahora me hago hombre como tú y como todos los demás, sea lo que sea
lo que hayan vivido, y sea como sea que hayan sido”
Yo no era consciente de la arrogancia que sentía
hacia mi padre hasta que no constelé a mis progenitores. Entonces llegaron el
dolor y la culpa de forma violenta. Fue difícil agachar la cabeza ante quien
era más grande que yo.
¿Qué sucede cuando un hombre se siente “mejor y
más grande” que su padre, y con “más derecho sobre mamá”?
Sucede que se convierte en un “hijo de mami”.
De este modo, al considerarse el niño de mamá, despreciará a las demás mujeres,
porque ninguna le llegará a la suela de los zapatos de su madre. Este
sentimiento le impedirá abrirse al amor en una relación de pareja.
Sucede lo mismo con la mujer. Algunas mujeres
se mantienen unidas al padre, a menudo por encima de la madre, y en sus
relaciones de pareja tienen dificultades para respetar a los hombres y para
darles un buen lugar a sus parejas.
Además, esperan a que el hombre les dé el valor que necesitan como
mujeres, lo cual es una paradoja, ya que una
mujer se hace mujer con las demás mujeres.
Estas mujeres se convierten en “princesas de
papá”. Se muestran seductoras y atractivas, pero no encuentran ningún hombre
que esté a la altura de su padre. De este modo, adoptan el rol de la amante,
porque los hombres no pueden darle su valor como mujer.
Si tienes algún tipo de problema
o conflicto en tu relación de pareja, podría serte útil hacerte estas
preguntas:
¿Me siento como mujer alineada con la madre y
con las mujeres de mi familia? ¿Consigo sentirme mujer a través de ellas?
¿Recibo de las mujeres de mi linaje la fuerza necesaria para ser la compañera
de mi pareja?
¿Me siento como hombre alineado con el padre y
con los hombres de mi familia? ¿Consigo sentirme hombre a través de ellos?
¿Recibo de los hombres de mi linaje la fuerza necesaria para ser el compañero
de mi pareja?
Si estas preguntas no te
resuenan, puedes preguntarte:
¿Con quién me siento todavía tan atada, tan
atado; qué impide que mi energía esté disponible para mi pareja actual?
El trabajo sistémico con los hombres de mi
linaje me ha ayudado a poder expresar lo que tengo para dar en una pareja.
Alinearme con mi padre me hace ser consciente de mi capacidad de amar; es
decir, observo el amor que soy en el otro y eso me hace sentir completo.
En este baile amoroso, lo que doy y lo que
recibo van de la mano; y, paradójicamente, dando, sin esperar recibir, es
cuando me permito recibir de verdad.
Cuando reconocemos estos tres órdenes del amor
en la relación de pareja, podemos caminar con paso firme hacia el amor.
Entonces, las estaciones no pasarán de largo en la Línea de Tu Vida.
¿Cuál es tu próximo paso? ¿Y tú siguiente
estación?
¡Ubuntu!
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