sábado, 2 de junio de 2018

Los tres ordenes del amor, para que prospere tu relación de pareja


LOS TRES ÓRDENES DEL AMOR PARA QUE PROSPERE TU RELACIÓN DE PAREJA
Escuela Española de Desarrollo Transpersonal
Francisco Javier Gutiérrez. Terapeuta Transpersonal / Especialista en Terapia Transpersonal de Pareja

Los 3 Órdenes del Amor que Bert Hellinger observó en la terapia con Constelaciones Familiares, están presentes en todos los ámbitos de nuestra vida; desde el trabajo hasta la comunidad de vecinos en la que vivimos. El hecho de tener en cuenta estos órdenes en nuestra relación de pareja, facilita que nuestros vínculos prosperen y fluyan en el amor.
Para mí es más fácil comprender las relaciones cuando las observo dentro de un sistema. Por ejemplo, el laberinto humano del metro de Madrid es un sistema con orden propio dentro de ese aparente caos.
Cada mañana me subo a la Línea 1 que recorre Madrid de norte a sur a lo largo de 33 estaciones. Me gusta observar cómo los pasajeros buscan ocupar ese lugar que les corresponde, no solo dentro del vagón, sino también dentro de la red de estaciones.
De este modo el río de la vida de la Línea 1 fluye con toda su fuerza y potencial.
¿Por qué fluye?
Porque sigue un orden, un camino… Como el cauce de un río: si se obtura el agua, ésta se estanca y la vida se detiene.
Los Órdenes del Amor son como el cauce del río: son necesarios para que la vida fluya hacia cada una de sus estaciones de destino, del mismo modo que lo es el cauce para que el agua fluya hacia el mar.
En el plano de la pareja también existe un orden que, cuando es tenido en cuenta, convierte la relación en un camino de crecimiento sinérgico. El orden es, en realidad, imprescindible para que el amor fluya.
Yo tenía la creencia que el amor era el único fundamento de una pareja feliz y duradera. Pero luego la experiencia me enseñó que el amor no era suficiente para llegar a mi destino. Necesitaba un orden.
¿Existe un plano de metro para moverse en el amor?
Los tres órdenes del amor en la pareja son: igualdad, equilibrio y respeto a los padres.

El orden de la igualdad. Dentro de los órdenes de la pareja, creo que el orden de la igualdad es el único que no necesité aprender, ya que este orden hace referencia al hecho de que ambos miembros tienen los mismos derechos y condición.

El orden de la igualdad fue el que rigió mi primera relación larga, cuando creía que mantener ese orden era suficiente para alcanzar la plenitud en la relación.
Sin embargo, el dolor y el conflicto nos ayudaron a ambos a mirar la falta de reciprocidad que había entre nosotros a la hora de dar y recibir. Fue cuando decidimos pedir ayuda.

El orden del equilibrio. Una condición básica e importante en una buena relación es el equilibrio entre el dar y el recibir. Cuando un miembro de la pareja da algo bueno al otro, esto genera una tensión o desequilibrio que crea en el otro la necesidad de compensar lo recibido. De este modo, cuando quien ha recibido da también algo bueno, siguiendo la necesidad de devolver o corresponder en lo recibido, la cadena del dar y del recibir sigue viva.

Y si uno da un poco más de lo que recibió, entonces se crea una nueva oportunidad del otro para dar. De esta manera se logra un buen intercambio en la relación.
Paradójicamente, esta tensión es la que posibilita que haya un equilibrio entre el dar y el tomar. Es así como los miembros de la pareja se ven inmersos en un “bucle virtuoso” por el que en ocasiones reciben, y en ocasiones dan.
El desequilibro que había en mi relación amorosa lo descubrí en mi primera terapia de pareja. Allí nos hablaron de “las pelusas y los espinos” que continuamente intercambiamos en las relaciones afectivas. En la terapia aprendí a ser consciente de las pelusas y los espinos que daba y recibía en mi relación.
Este segundo orden no solo consiste en el intercambio positivo que nutre ambos miembros, sino también en el intercambio negativo.
¿Qué ocurre cuando el intercambio es negativo?
Esta anécdota de Joan Garriga es bastante clarificadora:
“En un taller que impartí en Caracas salió una pareja a trabajar. Ella estaba pletórica y él, con cara de culpabilidad y el rabo entre las piernas, como asustado. Pregunté, como siempre, cuál era el tema. Y ella dijo con un gesto casi triunfal:
-Él me ha sido infiel.
Es curioso, pero lo decía como si fuera una victoria en lugar de un hecho triste. Se la veía crecida, y a él empequeñecido. Entonces le pregunté:
– ¿Has pensado como vas a vengarte?
Y la mujer me miró extrañada, como si la venganza fuera algo muy por debajo de su nivel.
-Sí, ¿cómo vas a vengarte para ponerte a su altura? – le dije.
Joan Garriga – El buen amor en la pareja

El orden del equilibrio establece que cuando uno de los dos se ha sentido herido por el otro, el ofendido tratará de devolver el daño emocional recibido.
Alguien sabio dijo que, para condenar a alguien, primero necesitamos cometer sus faltas.
Bert Hellinger defiende que cuando se produce un intercambio negativo dentro de la pareja, es decir, cuando uno de los dos daña al otro, el que ha sido dañado debe compensarlo vengándose con amor.
Vengarse con amor significa devolver los espinos, pero en una cantidad suficientemente menor.
Del mismo modo, hay que dar más pelusas que las que uno recibe para que los engranajes del amor sigan funcionando y expandiéndose.
Cuanto mayor sea la transacción, mayor será la felicidad.
Si queremos experimentar la libertad y el goce de contribuir a la felicidad de nuestra pareja, convendrá que demos más de lo que tomamos; siempre y cuando lo hagamos desde el corazón, en lugar de hacerlo desde creencias y programas tales como “yo no me lo merezco”.
No olvidemos, asimismo, que será importante que uno dé en la medida que el otro sea capaz de devolver lo mismo (o incluso un poco más).
Cuando uno da más de lo que el otro está dispuesto a devolver (o puede devolver), la relación de pareja se puede asfixiar. En realidad, si no aceptamos humildemente lo que el otro puede dar; o bien si damos constantemente más que el otro, de alguna forma nos estamos colocando respecto a nuestra pareja en una posición de superioridad, haciendo que el otro nos deba continuamente.
Al día de hoy me reconozco como un gran receptor de pelusas, pero hace unos cuantos años no me daba cuenta de eso. Me gustaba recibirlas, pero me las guardaba para mí. Me comportaba como un niño que recibe amor, sin necesitar devolverlo.
Mi patrón era el siguiente: No pedía amor, aunque deseaba recibirlo; pero tampoco devolvía las pelusas que me daban. Ahora bien, cuando el otro me las reclamaba, me sentía agredido y entonces devolvía las pelusas convertidas en espinos.
¿Por qué hacía esto?
Porque aún no había integrado en mí el tercer orden del amor en una relación de pareja.

El orden del respeto hacia los padres. El tercer orden implica que, para abrirse a la relación de pareja, las mujeres tienen que haber aprendido a respetar a su madre y los hombres a su padre.

Si comparamos este orden con los de igualdad y equilibrio, puede parecer un orden menos importante, pero no respetarlo puede traer consecuencias negativas para la pareja.
Sucede que si las mujeres enjuician a sus madres, tampoco podrán respetar a los hombres; lo mismo sucede con los hombres: si no honran al padre, no podrán respetar a las demás mujeres.
“Seguiremos besándonos en el hijo profundo,
Besándonos tú y yo se besan nuestros muertos,
Se besan los primeros pobladores del mundo”
Miguel Hernández

El orden del respeto hacia los padres ha sido el que más he ignorado, sin darme cuenta de que lo hacía. Hoy puedo decir que honrando a mis padres no solo he conseguido recolocar mis relaciones de pareja, sino toda mi existencia.
No me daba cuenta de que la dependencia materna no me dejaba mirar a la vida de frente. Pensaba que haber abandonado el hogar de mis padres me habilitaba para ser el responsable de mi vida. Pero la lealtad del niño hacia su madre se mantuvo durante muchos años después.
Dice Joan Garriga que un hombre se hace hombre a través de los hombres, participando de su atmósfera y recibiendo la transmisión de lo Masculino. No se hace hombre a través de las mujeres, ya que si es así el hombre se sentirá flojo y debilitado.
A veces, el hijo, en vez de abrazar el mundo del padre y de los hombres de la familia, se coloca cerca de la madre, o incluso se siente un hijo especial o más importante que el padre para la madre. Otras veces la madre no logra darle el primer lugar al padre y se coloca afectivamente muy cerca del hijo.
¿Qué puede hacer el hijo en este caso? Es bueno para el hijo volverse al padre e, internamente, decirle:
“Ahora me pongo a tu lado, y al lado de todos los hombres de la familia, en su atmósfera. Ahora me hago hombre como tú y como todos los demás, sea lo que sea lo que hayan vivido, y sea como sea que hayan sido”
Yo no era consciente de la arrogancia que sentía hacia mi padre hasta que no constelé a mis progenitores. Entonces llegaron el dolor y la culpa de forma violenta. Fue difícil agachar la cabeza ante quien era más grande que yo.
¿Qué sucede cuando un hombre se siente “mejor y más grande” que su padre, y con “más derecho sobre mamá”?
Sucede que se convierte en un “hijo de mami”. De este modo, al considerarse el niño de mamá, despreciará a las demás mujeres, porque ninguna le llegará a la suela de los zapatos de su madre. Este sentimiento le impedirá abrirse al amor en una relación de pareja.
Sucede lo mismo con la mujer. Algunas mujeres se mantienen unidas al padre, a menudo por encima de la madre, y en sus relaciones de pareja tienen dificultades para respetar a los hombres y para darles un buen lugar a sus parejas.
Además, esperan a que el hombre les dé el valor que necesitan como mujeres, lo cual es una paradoja, ya que una mujer se hace mujer con las demás mujeres.
Estas mujeres se convierten en “princesas de papá”. Se muestran seductoras y atractivas, pero no encuentran ningún hombre que esté a la altura de su padre. De este modo, adoptan el rol de la amante, porque los hombres no pueden darle su valor como mujer.
Si tienes algún tipo de problema o conflicto en tu relación de pareja, podría serte útil hacerte estas preguntas:
¿Me siento como mujer alineada con la madre y con las mujeres de mi familia? ¿Consigo sentirme mujer a través de ellas? ¿Recibo de las mujeres de mi linaje la fuerza necesaria para ser la compañera de mi pareja?
¿Me siento como hombre alineado con el padre y con los hombres de mi familia? ¿Consigo sentirme hombre a través de ellos? ¿Recibo de los hombres de mi linaje la fuerza necesaria para ser el compañero de mi pareja?
Si estas preguntas no te resuenan, puedes preguntarte:
¿Con quién me siento todavía tan atada, tan atado; qué impide que mi energía esté disponible para mi pareja actual?
El trabajo sistémico con los hombres de mi linaje me ha ayudado a poder expresar lo que tengo para dar en una pareja. Alinearme con mi padre me hace ser consciente de mi capacidad de amar; es decir, observo el amor que soy en el otro y eso me hace sentir completo.
En este baile amoroso, lo que doy y lo que recibo van de la mano; y, paradójicamente, dando, sin esperar recibir, es cuando me permito recibir de verdad.
Cuando reconocemos estos tres órdenes del amor en la relación de pareja, podemos caminar con paso firme hacia el amor. Entonces, las estaciones no pasarán de largo en la Línea de Tu Vida.
¿Cuál es tu próximo paso? ¿Y tú siguiente estación?
¡Ubuntu!

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