miércoles, 12 de agosto de 2015

Habitamos en nuestros diálogos internos



Los Metaniveles de la Conversación

Dr. Nelson de J. Rueda Restrepo
Gerente General Coaching Management Consultants SAS
www.coachingmc.com

Si un Mentor es un generador de conversaciones de desempeño, debe aprender los secretos incorporados en una conversación y dominarlos. 

En el arte de conversar con su Mentorado, debe desarrollar competencias en el escuchar, en el hablar y en el diseño de conversaciones.

Una conversación de desempeño está constituida por agentes que despliegan paquetes de información, materia y conocimiento, desde las competencias de quienes conversan, para enlazar e interactuar dentro del proceso, produciendo tejidos de materia, conocimiento y valores.

Estos tejidos, con sus atributos de enlace de lo sistémico y relacional, al dialogar, desde lo discursivo, con otros modelos, otros sistemas, interpretan y discurren para generar resultados que se constituyen en el resultado complejo de un sistema dialogal sistémico e interpretativo, dando como resultado el modo de actuación propio de dicho sistema y el modo de actuación sujetal institucional.

Todo lo anterior parece complicado y por ello es necesario hacerlo claro y simple.

Al conversar entramos en una serie de metaniveles de la conversación que emergen del complejo proceso del alma humana[1].

Desde la escuela de Pitágoras sobrevino un conflicto entre los librepensadores y los que seguían las reglas establecidas.  Los primeros se sentían superiores a los segundos.  De esta manera, en todo proceso conversacional, nacen dos tendencias: unos quieren novedades e intentan franquear los límites establecidos; otros quieren conservar lo que poseen, lo que comprenden.

Estas dos orientaciones se justifican, pues participan en el proceso que debe vivir todo aquel que aspire a la verdad.  Pero dado que el yo es limitado, se oponen la una a la otra ¡asfixiando la voz del alma!

Cada ser humano habita en el espacio de sus creencias, desde ellas percibe el mundo, lo distingue, lo piensa, genera acciones y produce resultados.  De allí que al conversar cada uno de los intervinientes en el proceso, generalmente, terminan hablándose a sí mismo más que escuchando al otro; adscribiéndole intenciones al otro, más que comprendiendo su punto de vista y dándole significaciones diferentes a las expresiones verbales y no verbales del otro. 

Lo cual nos lleva directamente a la necesidad de entender que habitamos en nuestros diálogos internos más que en las conversaciones que los otros nos proponen.

A esos diálogos internos, guiados por  pensamientos y sentimientos que subyacen en la conversación, juicios riesgosos, supuestos, prejuicios, emociones, sentimientos, pensamientos ocultados, desplazados, negados, presunciones no explícitas, temores y necesidades que ocupan el espacio de nuestros pensamientos mientras conversamos, haciendo que nuestra escucha sea más aparente que real, más selectiva que atenta y empática. 

La ontología del lenguaje lo llama “conversaciones ocultas” y afirma que desde nuestras distinciones, juicios y narrativas (mundos interpretativos), en cada uno de nosotros, se dan tres tipos de conversaciones:

Íntima, es aquella en la cual por sabiduría guardamos, en paz y en silencio, en nuestra interioridad más profunda, lo que pensamos y sentimos.

Privada es la que en un “callar” no expresamos verbalmente y nos deja molestos, insatisfechos, “resentidos” y se expresa en nuestro lenguaje no verbal;
Pública es la que es la que se expresa verbalmente.

Cada ser humano se expresa en su propio lenguaje.  Esta comunicación está animada por las circunstancias, el lugar y la época, pero principalmente depende del campo de energía al cual ese ser humano pertenece.  Cuando alguien habla expresa lo que es.  Da testimonio de los principios y de los valores que espera realizar.

Si varias personas hablan en conjunto, llenan el espacio con sus pensamientos y sentimientos.  Y así se forma una atmosfera que alimenta la consecución de sus propósitos.  Estas palabras pueden sembrar la confusión, consolar, apasionar, informar.  Sus efectos dependen de las intenciones de quien habla, quizá con buena o mala fe.

Las quimeras, las tendencias y las ansiedades de un yo que vive intensamente a partir del subconsciente son capaces de ensombrecer y contaminar a los demás; influirán fácilmente a todos los que todavía no dirigen sus propias vidas.

Demasiado a menudo los seres humanos no escuchan su lenguaje, pues cada uno cree ser el único que habla y piensa que tiene la última palabra.

Hablando su propio lenguaje y girando alrededor de su propio mundo, en actitud egocéntrica, obstinada, densificada y cristalizada, lo cual endurece sus sentidos y convierte las imágenes pensamiento en subjetivas y falsas, que le mantienen delimitado, el ser humano se hace sordo a la palabra de los demás, sin darse cuenta de la dificultad que tiene para enfrentar sus propios límites.   Todo esto lo lleva a decepciones, disgustos y luchas, hasta que aprenda a liberar su propio lenguaje de las ideas establecidas y adquiridas.

El lenguaje, en la forma que sea, es una ayuda indispensable para desenvolverse en la vida.  Pero en cualquier caso, la palabra del hombre es insuficiente.  Resulta difícil describir un acontecimiento ordinario de forma que la imagen aparezca clara para todos.

En la medida en la cual el hombre es imperfecto, sus palabras también lo son. Están determinadas por su personalidad y por sus impulsos interiores y exteriores.  Por ello podemos afirmar tranquilamente que, a menudo, la verdad es lo contrario de lo que decimos.  Yace oculta en lo más profundo del alma.  Y, frecuentemente, el silencio la expresa más claramente que un torrente de palabras.

La conciencia del ser humano se desarrolla gracias a la palabra y la comprensión.  Así cada ser humano descubre las características de otras criaturas y aprende a reconocer su lugar en la creación, a actuar de forma consciente, aprendiendo, desde su propio silencio, a escuchar, a comprender y a renovar, hasta llegar a su verdadero destino.

Existen tres grados de silencio: que la boca permanezca cerrada, que el pensamiento se calle y que la voluntad se calle.  La locuacidad habitual es la expresión del pensamiento, del parloteo interior, con el que el yo, exteriormente calmado, silencioso y con aparente dominio, mantiene su atención sobre sí mismo.  La voluntad quiere seguir dominando la situación.

El hombre tiene necesidad de una boca para hablar y de oídos para oír.  Emite vibraciones en el aire que se transmiten a los oídos de otros.  El poder de emitir sonidos y recibirlos es un gran milagro.  Sin él, los seres humanos estarían mudos y no podrían expresar ni adquirir conciencia.  ¡Ejecutar y comprender palabras producidas por una serie de sonidos es verdaderamente un gran milagro!

El orador regala sus pensamientos y sentimientos envueltos en palabras y el oyente recibe este regalo como energías transmitidas por estas palabras que están cargadas de fuerza, de pensamientos y de emociones.  Esa energía busca encontrar una resonancia, un eco.  Es así como percibimos lo que el otro quiere decirnos.  Se trata de una comunicación limitada.

En sentido más amplio, es posible comunicarse por el lenguaje corporal y por transmisión directa de los pensamientos y de los sentimientos, proyectando sus cualidades, su carácter personal, y lo que emana de él, sobre los demás, provocando sus reacciones.

Dado que  hablamos desde nuestras creencias y distinciones y escuchamos gracias a nuestro estado de conciencia, si nos detenemos en el milagro del lenguaje vemos como nos comunicamos inter-penetrándonos, es decir, nos relacionamos desde nuestras emociones generando una energía que, al entrar en contacto con el otro, motiva su reacción.  Facilitando o dificultando el proceso conversacional.

Así es como percibimos lo que decimos y lo que el otro quiere decirnos.  Se trata siempre de un hablar, un comunicar, un dialogar y un conversar mediado por nuestro sistema nervioso, nuestro fuego de la serpiente, del estado de nuestra sangre, del fluido hormonal y, sobre todo, de nuestro estado de la pineal y de la hipófisis. 

Esto hace que las palabras se pronuncien y escuchen desde un marco de intenciones, humores y pensamientos que intentan ser la esencia misma de las cosas, pero que no logran más que ser las percepciones de ellas.  Las palabras nos ponen en límite, haciendo que la transmisión de pensamientos y sentimientos sea parcial y provoque descripciones diferentes en los dos perceptores implicados en el proceso (Mentor y Mentorado), generando reacciones muchas veces inesperadas, acordes con el estado de conciencia de quien escucha.

Cuando conversamos, emitimos desde nuestro cuerpo y nuestras palabras vibraciones a partir de las cuales nos expresamos.  Esperando ser comprendidos para que el otro genere acciones.  Quien participa con nosotros en la conversación suscita pensamientos, emociones y actos, desde la reacción que se genera por sus propias percepciones y significantes.

El perceptor que habla expresa pensamientos y sentimientos para que el perceptor que escucha perciba lo que queremos o necesitamos.

Las palabras están cargadas de fuerza y de energía que espera una resonancia, un eco, el cual no siempre coincide con lo que esperamos y por ello se generan las bien conocidas perturbaciones en las relaciones.

Friedemann Schultz Von Thun[2] nos da una clave adicional para entender el conflicto que surge de nuestras conversaciones, al afirmar que cada vez que conversamos nos enfrentamos a cinco dimensiones implicadas en el conversar:


ü  El contenido objetivo: aquello sobre lo cual debe recaer la implicación de lo que conversamos.  La conversación contiene una información objetiva.

ü  La autoexposición: lo que doy a conocer de mí mismo. En la conversación me expongo y desde una auto representación intencionada muestro al otro una dimensión de mí mismo.  Mensaje Yo.

ü  La relación: lo que pienso y la forma como me sitúo frente al otro.  Al conversar el perceptor uno se planta frente al perceptor dos con una posición que da cuenta de lo que piensa y siente de él y lo expresa desde su lenguaje verbal y no verbal.  Mensaje Tú.

ü  La influencia: hacia donde quiero llevar al otro.  Al conversar se busca influir, desde objetivos comunes, el acuerdo y las acciones que lo hagan posible.

ü  Y el fenómeno: hecho o situación que motiva el que estemos conversando.  Aquello sobre lo cual conversamos. Es el aspecto o pretexto alrededor del cual gira la conversación y la danza que se da entre el escuchar y el hablar, el indagar y el proponer.


Si asociamos estos conceptos con los de las conversaciones ocultas y públicas, entenderemos que actuamos como “perceptores” diferentes y que, por tanto, participamos de maneras muy diversas en las conversaciones. 

Siendo habladores de cuatro voces (contenido objetivo, relación, autoexposición e incitación) y receptores de cuatro oídos (contenido objetivo, relación, autoexposición e incitación), hace que el entramado de la conversación pueda diferir considerablemente, dando origen a los metaniveles de la conversación a los cuales ya nos hemos referido en detalle.






[1] Para profundizar en esta temática remítase a las Revistas Pentagrama de la Rozekruis Pers. www.lectoriumrosicrucianum.org
[2] Shultz Von Thun Friedemann. El arte de conversar. Editorial Herder

No hay comentarios: